La insoportable levedad del vino
Complejizar el vino con una imagen y lenguajes sofisticados, junto a una falta de entendimiento sobre lo que este significa, ha sido uno de los grandes karmas del sector vitivinícola, que de no cambiar pronto, tendrán que pasar varias vidas para superarlo.
El argumento de que “hay que hablar en fácil” resuena como la mágica solución detrás de una especie culpa que recae sobre ciertos actores que se han caracterizado por abusar de un lenguaje intrincado, que pocas personas comparten o entienden y que, después de tantos años, ha catapultado al vino a un inalcanzable lugar en el que solo unos pocos iluminados podrán apreciarlo.
Podríamos seguir culpando a la insistencia de algunos en utilizar un lenguaje técnico para hablar de etanol, acidez o maloláctica o cuando un simple Sauvignon Blanc, sin más pretensión que despertar los sentidos y refrescar el paladar es descrito con notas a la cajita de dulces del cajón de la abuelita.
Son usos del lenguaje que, en definitiva, actúan más bien como barreras y que mal dicho, complejizan por lo poco o nada que aportan a la experiencia de apreciar un vino, alejando a aquellos que solo tenían la ilusión de disfrutar una copa, pero que desistieron en el camino. Sin embargo, contrario a lo que se cree, complejizar el vino no tiene nada que ver con hablar en fácil o difícil. De hecho, pensar así es una pequeña muestra del gran problema de fondo que tiene nuestro sector. Una falta de reflexión y apertura al momento de enfrentarnos a preguntas tan simples como descifrar de qué hablamos cuando hablamos de vino. Respuestas que, por cierto, impactarían a más de alguno por la ausencia de una mirada integradora y global.
Hoy, más que nunca, necesitamos dar respuestas integrales a preguntas tan básicas, como definir qué es el vino. Nadie a estas alturas podrá seguir pensando que el vino solamente es “una bebida producto de la fermentación alcohólica de uvas frescas de la especie Vitis Vinífera”. O continuar haciendo eco de la conocida pero vacía frase: “el vino es cultura”. Los tiempos y las necesidades ya no están para eso. Se requiere más que pasión para romper con la resistencia a perpetuar hasta la eternidad esa mirada pequeña, simple y reduccionista, que se esconde en la obviedad de repetir este tipo de cosas, como si fuera un mantra, sin siquiera cuestionarnos los alcances de nuestras palabras. Una situación que, parafraseando al escritor Milán Kundera, vendría a ser algo así como una “insoportable levedad del vino”.
Es preciso comprender que “hablar en difícil” no guarda relación con la complejidad detrás del concepto “vino”, pues más bien se refiere a un desconocimiento de los fenómenos comunicacionales detrás de toda interacción humana, junto a una ausencia de lenguajes que se adapten a los diferentes públicos y necesidades, resumido en una falta de habilidades comunicacionales que, para suerte nuestra, serán altamente entrenables.
El problema, entonces, es que no hemos complejizado el vino lo suficiente, lo que, por cierto, señala una gran oportunidad para los que queremos ampliar esta mirada. Sí, así tal como se lee. Aunque suene paradójico, para entender el vino, falta complejizarlo todavía más. Y, por supuesto, en un medio que suele estar encerrado en sí mismo y falto de una mirada crítica, la sola palabra asusta.
Entender el vino, desde el pensamiento y la mirada compleja de Edgar Morín (1984), es una de las invitaciones más bellas que ninguno de sus amantes, que se aprecie como tal, debiese rechazar. La verdadera magia está en concebir al vino más allá de todas aquellas descripciones, explicaciones y concepciones simplificadoras y reduccionistas al momento de beberlo, adquiriendo un carácter nunca antes dimensionado.
Pareciera tan difícil sacar la nariz de la copa y mirar un poco más allá. Pareciera incluso que nos resistimos a pensar que el vino es mucho más que vino, limitando los horizontes del conocimiento sobre este, que al igual que otros conocimientos. Según Edgar Morín, necesita hoy más que nunca reflexionarse, reconocerse, situarse y problematizarse.
La mirada compleja de vincular al vino con otras áreas del conocimiento es abrir una puerta sin retorno y entrar a un espacio integrador que nos permitirá mantenernos en un estado de libertad absoluta para pensar, crear y crecer en un ambiente de trabajo colaborativo, entre las ciencias, las humanidades y los saberes cotidianos.
Esta interdisciplinariedad que propone el sociólogo Louis Whists (1973), es sin duda alguna, el camino a seguir para generar un conocimiento integrador de diversas áreas del saber, para contemplar en toda su dimensión la experiencia que significa el vino, abrazándolo desde diversos enfoques, visiones y necesidades, desbordando así los limites de lo que hoy conocemos.
Trascender las disciplinas con el fin de crear un nuevo mapa cognitivo común sobre el problema en cuestión, será compartir un marco epistemológico amplio. Un hecho que Nicola Perullo (2020) menciona en su libro “Epystenolgy” agregando algunas ventajas, del aporte de una mirada desde el vino como experiencia, vinculada a diversos ámbitos del conocimiento.
Aquí, aspectos de la antropología de los sentidos, la psicología, la filosofía, la neurociencia, la comunicación, la salud, la economía, la cultura, la gastronomía y la educación, entre tantos otros, nos transportarán a un estado reflexivo sobre los procesos de construcción del conocimiento respecto al mismo.
Nuestra misión, entonces, más allá de hacer un buen producto, deberá enfocarse en constituir al vino como un espacio de pensamiento y reflexión sobre los reales significados y alcances de este. Encontrar en el vino un espacio para seguir haciéndonos las mismas preguntas aparentemente obvias, no para acercarnos a una respuesta definitiva, sino más bien, para encontrar una respuesta significativa y hacer realidad ese viaje de descubrimiento al que se refería Marcel Proust, no centrado en buscar nuevas tierras (para no perdernos), sino para tener una mirada nueva, que se niegue a limitarnos a pensar que el vino es “solamente vino” y elegir habitarlo como un espacio de conocimiento colaborativo, que nos permitirá entablar conexiones inesperadas.
Para poder seguir imaginando todas aquellas respuestas al preguntarnos por enésima vez: ¿Qué es el vino?
Sobre la autora:
Claudia Gacitúa M.
Magíster en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Santiago de Chile. Periodista, Sommelier profesional y Técnico en Gastronomía. Directora de Comunicaciones de la Asociación de Sommeliers de Chile. Cofundadora de la Asociación de Mujeres del Vino de Chile. Experta en la red Hay Mujeres. Dedicada a la comunicación de vinos y gastronomía a través de diversos formatos, lenguajes y experiencias, en los últimos años se ha enfocado en investigar la importancia de la formación de comunicadores enogastronómicos en el más amplio sentido de la palabra, desde la docencia, como en MesaCultura y The Winederful, sus proyectos personales.
Fuente: Vinifera.cl 12/2022