Campaña electoral #12J ¿ha servido a la igualdad de género?
ALCANZAR la presidencia de la Xunta para hacer historia. Ese era uno de los reclamos con los que la líder del nacionalismo gallego pretendía ilusionar, más allá de las fronteras de su votante clásico, en el marco de una contienda electoral atípica debida a un virus de dimensiones globales. Aunque no pudo ser esta vez, logró algo tanto o más llamativo: darle el sorpasso al Partido Socialista de Galicia. En tiempos de pandemia, cuando los estudios van mostrando el impacto diferencial de género del covid-19 en detrimento de las mujeres permitiendo, al mismo tiempo, que no decaiga el ritmo de las demandas por mayor igualdad, Ana Pontón enarboló lo que habría sido un hito en nuestra historia política reciente a contraluz de otra realidad: hoy por hoy, solo cuatro mujeres lideran un gobierno autonómico en España.
En lo que respecta a las recientes elecciones autonómicas gallegas con seis candidatos en liza, dos eran las mujeres que aspiraban a encabezar la Xunta. Además de la propia Pontón se encuentra Beatriz Pino, portavoz de Ciudadanos en Galicia. Las diferencias trascendieron lo meramente ideológico y programático y eso que las mujeres, en campaña, experimentan similares retos puesto que su solvencia como líderes suele verse ensombrecida por el mayor énfasis de los medios en su aspecto físico, su estilo de vida o su familia.
Es por ello que un ojo adiestrado en perspectiva de género no puede pasar por alto la estrategia de una formación que, como la naranja, reivindica el llamado feminismo liberal. No solo porque suministra elementos para analizar cómo influiría el género en una campaña sino porque sirve para preguntarse por la contribución de una campaña a la causa de la igualdad de género.
En este caso, no solo se valió del recurso a la cantera familiar, clásico para personalizar candidaturas sino que se hizo algo más: se privilegió la figura masculina. Pino ya venía sustentando su perfil político en la figura de su tío, reconocida figura del ciclismo a la que sumó, en la recta final, la de su propio padre. Sin embargo, algo en principio comprensible por la búsqueda de mayor rendimiento electoral termina por enviar un mensaje inequívoco: la necesidad de vincularse a unos recursos externos de los que no se dispondría por sí misma.
El trabajo por la igualdad de género es exigente y contraviene, muchas veces, lo evidente. Ahí está, sin ir más lejos, la dificultad para erradicar un flagelo como la violencia de género. Ya lo advertía Antonia García de León en su estudio sobre las élites femeninas españolas cuando aludía a la metáfora de la Tela de Penélope. Se puede avanzar por un lado y retroceder, sin pretenderlo, por otro. Produce disonancia que las candidatas se quejen de la mayor atención que recibe su vida familiar o su intento por mostrar capacidad y valía mientras, en paralelo, se usa electoralmente a los varones de la familia.
Para otra columna queda el análisis acerca de cómo dicha opción, sumada a otras tanto o más desacertadas, contribuyeron a la pérdida de hasta 80 % de los votos obtenidos en las autonómicas del 2016 y haciendo que Ciudadanos no levante cabeza en Galicia.
Fuente: elcorreogallego.es 14/07/2020