Una selección improvisada
En una misma semana, se alinearon los astros a favor de la equidad de género. Al tiempo que la decisión del Tribunal Constitucional permite la promulgación de la ley que despenaliza la interrupción del embarazo por tres causales, el Servel recibió las listas de candidatos para las elecciones parlamentarias. Chile logrará salir del club de los escasos países que todavía prohíben el aborto en toda circunstancia a la vez que las listas parlamentarias deben incluir, por ley, una novedad: al menos, 40% de candidaturas femeninas. Desde 1990, su porcentaje histórico no ha superado el 20%. Ello explica, entre otros factores, nuestro 15,8% de parlamentarias, por debajo del promedio de América Latina, de 25,2%. Se trata, en síntesis, de dos medidas que permiten aumentar la autonomía, tanto física como política, saldando una deuda que la transición arrastraba con las chilenas.
Sin embargo, desde los partidos, se han alzado voces señalando que la implementación de la cuota se ha convertido en un dolor de cabeza. A primera vista, cuesta entender por qué. La tardía recepción de la cuota en nuestro país ha permitido contemplar los errores que su puesta en marcha supuso en otros contextos, en orden a superarlos. Además las mujeres, no sólo constituyen la mitad de la militancia sino que, muy probablemente reproducen, en términos de capacidades, otros fenómenos que vemos en la sociedad como un todo. Un ejemplo es la mayor tasa de titulación de mujeres. En 2016, fue de 56,7%. Se podría pensar que las mujeres sienten más dudas a la hora de ser candidatas, lo que es razonable. Desde el punto de vista histórico, el ingreso femenino a la política es relativamente reciente, lo que nos convierte en aprendices al lado de la carrera de fondo que los hombres vienen corriendo desde hace siglos.
El problema, más que por el lado de la oferta, se encuentra en los partidos. Adoptaron una posición improvisada y, en ocasiones, claramente frívola frente a lo que la ley de cuotas exigía. Más allá de alguna excepción que, de seguro la hay, otro cantar hubiera sido si, en vez de buscar “acompañantes” de lista, incorporasen prácticas de búsqueda temprana de aspirantes y su exposición a experiencias novedosas, así como la superación de actividades que, rotuladas como formación política, no pasan de una u otra charla aislada, a veces un tanto anodina, que se hace más bien por cumplir.
Es cierto lo que plantea el senador Andrés Zaldívar. Una vez concluida la elección, sería deseable revisar la medida. Pero no para una flexibilización que contenga retrocesos sino para evaluar, por un lado, las sospechas de un uso que posibilitaría mantener sin alteraciones las bases generizadas de la política y, por otro, cerrar el ciclo de la reforma. Para ello, avanzar hacia listas cerradas y bloqueadas -con mandato de posicionamiento- sí vendría a suponer un vuelco.
Fuente: Blog Voces de La Tercera 24/08/2017