El tenor de un cambio
Ya la clase política venía con trastorno de ansiedad generalizada producto de eventos de distinto tipo, entre los que destacan los escándalos de financiamiento de las campañas, cuando llega la reciente encuesta CEP que poco o nada ayuda a aminorarlo. La Presidenta Bachelet descendió al 15% de apoyo y el gobierno es evaluado con 3,3 (la nota más baja desde 1990). Además, nunca una coalición había recibido tan baja valoración como la Nueva Mayoría, lo que añade interrogantes a su proyección. Como si la incertidumbre que trae el cambio del sistema binominal fuera poca, 62% de los encuestados declara no tener todavía candidato presidencial. Le añade más pelos a la sopa el aumento exponencial de los niveles de rechazo a los políticos así como un pesimismo entronizado acerca de la marcha del país. Frente a la suspicacia que las encuestas suscitan, es bueno recordar su utilidad cuando conviene. La que emana de la CEP es condición necesaria para entender la llegada de la Presidenta al cargo que hoy ostenta. Además, sería tapar el sol con un dedo desconocer que dicho sondeo viene a ratificar lo que otras advierten hace tiempo. Más que la fotografía de un momento, en conjunto muestran el deslizamiento por una pendiente y a cámara lenta, donde la mención a Optimus Prime supone algo más que una anécdota.
Faltan todavía quince meses para las elecciones presidenciales y parlamentarias, por lo que no todo está zanjado. Bien lo sabe la Presidenta. En su momento, se le presentó en bandeja una crisis financiera internacional que, si bien posibilitó su salvación, no alcanzó a derramar a su propia coalición, que fue luego derrotada. Por ahora, dado que no se ve nada a lo que echar mano allá afuera, habría que volcarse en las condiciones internas. Desde el oficialismo, se exige un cambio de rumbo, pero ¿qué se querrá decir con ello? A simple vista, pareciera que vamos en un tren que, desde la interpretación del rechazo a un modelo en extremo mercantil viaja con lógica polar, con una que otra escala, hacia algún destino donde lo público se fusiona con lo estatal como espacio portador de todas las bondades. En lo inmediato, arrecian las presiones para un cambio de gabinete. Se demanda uno que sea amplio y profundo, pero ¿cuánto más pudiera serlo, habida cuenta de que el realizado en mayo del pasado año fue de los más radicales que se recuerde? Se removió todo el equipo político, con ministro de Hacienda incluido. Aun cuando se tiene esperanza en alguna que otra figura providencial, si no hay una alteración sustantiva del diseño político (lo que incluye al segundo piso), y si quienes lleguen no suponen una disrupción en materia de capacidades y quehaceres, será más de lo mismo. Los dilemas contemporáneos de gobierno demandan personas con un interés por los problemas colectivos que trasciende credenciales partidarias o capacidades técnicas, además de apertura hacia la diversidad y la colaboración que tanto se les exige hoy a otros ámbitos.Tampoco haría mal menos uso de autos oficiales y más de confundirse con el día a día del ciudadano de a pie. Pero, para dar un salto así, Einstein o Steve Jobs tendrían que deambular por La Moneda.
Fuente: Blog Voces de La Tercera 25/08/2016