Claroscuros del género
LA PROXIMIDAD del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, permite fijar la atención en la agenda de equidad de género máxime cuando, luego de dos años de mandato, serán las reformas estructurales las que se roben la película de los balances. El retorno de Michelle Bachelet a La Moneda alimentó la ilusión de un potenciamiento de dicha dimensión. Resulta un enigma la falta de protagonismo de dicha agenda, sobre todo, en momentos en que se conoce una avalancha de estudios sobre los beneficios de la igualdad de género para diversos sectores.
El año pasado, casi terminando la reunión de ONU Mujeres realizada en Santiago en el marco de Beijig + 20, se celebró la aprobación del Ministerio de la Mujer y Equidad de Género. Se dijo que, por fin, las mujeres ya teníamos nuestro ministerio. Resulta un tanto irónico ya que, poco tiempo después, sabemos que somos mayoría en el aparato de gobierno, pero en cargos de menor rango. Será necesario mucho más que un ministerio para garantizar que las políticas públicas en dicho ámbito puedan enfrentar los complejos dilemas de la diversidad. La ralentización del avance en la igualdad de género no soporta simplismos. De acuerdo al último Informe Global de la Brecha de Género 2015 del WEF, la brecha entre hombres y mujeres en salud, educación, oportunidades económicas y representación política se ha cerrado apenas un 4% en los últimos diez años. Por otro lado, estudios sobre el impacto de las maquinarias estatales de género en Europa arrojan que, mientras que éstas no han respondido siempre a las expectativas, sí han sido útiles para ampliar la concepción de la política, trayendo nuevos espacios, temas y actores. Asimismo, se observa que, para que el feminismo de Estado logre implementar avances efectivos en materia de igualdad, la presencia de movimientos fuertes resulta clave y, en este tema, el feminismo está en deuda.
Si bien se ha avanzado en tareas de arrastre de la transición como la aprobación de una ley de cuotas en el marco de la reforma electoral y, al menos, hoy ya se discute la despenalización del aborto por tres causales, cabe preguntarse si las chilenas perciben algo que celebrar. Según Plaza Pública-Cadem, la aprobación presidencial, en el caso de las mujeres, bajó a 28% desde el 56% con el que la Presidenta partió en 2014. En 2010, cuando Bachelet abandonaba La Moneda con más de 80% de apoyo, mucho se hablaba de su impacto simbólico en las ideas que nos hacemos sobre la conducción política. Sin embargo, se constata en el debate público que se mantienen fuertes asociaciones entre masculinidad y liderazgo. Sólo así se explica la variedad de analistas que cuestionan en la Mandataria sus intuiciones, dudas y emociones las que, de ser hombre, serían celebradas o, cuando menos, inadvertidas.
Los dados no están totalmente echados. Aunque se perdió la oportunidad de hacerle un guiño a las mujeres a través de una conformación paritaria del Consejo de Observadores Ciudadanos, un proceso constituyente con auditoría de género pero, además, pensar los desafíos de la productividad con el género como imperativo económico podrían ayudar, cada uno por su lado, a marcar la diferencia.
Publicada en Voces de La Tercera el 25/02/2016