Repunte esquivo
El entusiasmo ante el repunte que la aprobación presidencial experimentó en octubre pasado recibió un balde de agua fría. Las encuestas Plaza Pública Cadem y Adimark de noviembre muestran que el freno de la tendencia a la baja fue más bien momentáneo, volviendo al 26%.
El intento por torcerle la mano a la caída en el apoyo ciudadano, que no logra estabilizarse, pareciera haber optado por dos vías: por un lado, de mediano plazo, perseverando en las reformas con la expectativa de que la ciudadanía revertirá su opinión cuando vea los resultados. Por otro, de corto plazo, volcando las esperanzas en la propia Mandataria. La reedición de las salidas a terreno permitirían potenciar aquellos atributos que, desplegados en la cercanía, la catapultaron políticamente. El problema de poner todos los huevos en la misma canasta de una fórmula probada es que el contexto, entre cambiado y cambiante, demanda alternativas.
¿A qué otras estrategias exitosas del pasado podría La Moneda echar mano? La de la prescindencia con relación a la política contingente ya no resulta creíble. Las esquirlas del caso Caval y la sospecha latente del conocimiento que la Mandataria tendría de la precampaña impiden colocarla en esa zona suprapolítica en la que ella supo colocarse como nadie, distanciándose de diatribas y reyertas.Ayudaba a ello una biografía in-out: siendo militante desde su juventud, no se la asociaba con las oligarquías partidarias. Por otro, sus propias intervenciones. Magistral, aunque casi inadvertida, fue su afirmación de que a ella no podían aplicársele los códigos de la política. ¿Algún ejemplo? Su estada en Nueva York, que podría haber minado a cualquiera, supuso para ella la amplificación de su capital político.
Dado que Adimark muestra un descenso en ocho puntos en el apoyo femenino, la estrategia de género siempre es una posibilidad para una Presidenta íntimamente asociada a los derechos de las mujeres,tanto por el golpe paritario del 2006 como por haber sido la primera directora de ONU Mujeres. Durante su anterior mandato reivindicó, en forma sistemática, un liderazgo distintivo, de corte femenino y más dialogante, asociado a la idea de “ética del cuidado”. Este venía como anillo al dedo a su promesa de protección social. Encontró buen cauce en la formación de comisiones las que, novedosas en su momento, hoy se han rutinizado. Por otro, aludió al femicidio político. Se entiende por tal las sobre exigencias a las que se ven sometidas las mujeres que llegan a altas posiciones a tal punto que, hagan lo que hagan, es siempre insuficiente, lo que conecta bien con la intuición popular.
Podría revitalizar el discurso de género de antaño porque, mal que mal, el contexto lo amerita: estamos lejos de romper las estrechas asociaciones que se hacen entre masculinidad y liderazgo. En este plano, sus asesores se ven desafiados. El género, en mujeres que llegan a su nivel, cobra importancia estratégica y más si se desafía lo establecido. Pero existe el riesgo de que irrumpan las llamadas “dobles ataduras”. ¿Qué se quiere decir con ello? Que si una mujer hace algo, puede estar en problemas pero, si no lo hace, puede estar en problemas también.
Publicado el 02/12/2015 en mi blog Voces de La Tercera