Congreso: ¿limbo político?
La Tercera, 13/10/2005
“Cabría esperar de la clase política chilena, que se autopercibe como mejor que sus pares del continente, muestras de la experiencia que dicen defender cuando se aferran a sus cargos”
Ahora que toma vuelo el debate acerca del sistema electoral binominal, como reflejan varias columnas publicadas recientemente en La Tercera, y que la consigna de “no repetición del plato” planea en el ambiente, surge la oportunidad para debatir no tanto sobre las características de nuestro Congreso, sino sobre sus condiciones de reproducción.
En anteriores oportunidades se ha planteado el sesgo que caracteriza su composición, que no ha logrado incorporar la diversidad de lo social: mujeres, jóvenes, discapacitados y minorías étnicas, por indicar algunos ejemplos. Algunos, en la más pura lógica de “mal de muchos, consuelo de tontos”, se escudan en que esta no sería una anomalía nacional, sino una característica de todos los congresos. Particularmente grosera será la brecha cuando una mujer no solo llegue a alcanzar la Presidencia, sino que instaure la paridad como criterio de conformación de su gabinete.
Sería razonable analizar la conveniencia de colocar limites a los cargo, señalando criterios de inelegibilidad y la incompatibilidad entre los mismos, incentivando la circulación de las elites y la desconcentración del poder político. Si bien se han impulsado propuestas desde el Parlamento, los mismos afectados, salvo excepciones, se han encargado de torpedearlas esgrimiendo la antigüedad como base para la experiencia que exige la complejidad el trabajo político, así como la tan preciada estabilidad. Tamaña resistencia no solo conspira contra la necesaria competencia, sino que deja entrever el limbo en el que se desenvuelve el trabajo parlamentario: los honorables no tienen límite temporal a su mandato, lubricado por la lógica del sistema electoral y las ventajas de las que disponen los titulares en cada nueva competencia. Esto, mientras el resto de los chilenos debemos sortear la incertidumbre y los vaivenees de un mercado laboral que lleva a que la duración de los empleos sea de 4,5 años.
Es la anterior una evidencia más de la particular y diferente condición en que viven los parlamentarios, escondida bajo la supuesta imparcialidad y objetividad de los puntos de vista que esgrimen cuando legislan. Mas que razón o entendimiento de cómo funciona la democracia, se necesita mucha fe para no reconocer que esta condición sostenida en el tiempo no solo es distinta, sino de privilegio.
En este contexto, los ciudadanos incautos no debemos dejar pasar por alto una de las reformas constitucionales recientes, que permitiría que los parlamentarios que no se repostulen o sean derrotados en diciembre puedan optar a un cargo de gobierno. Antes de estos cambios debían pasar seis meses de haber dejado su investidura parlamentaria para que diputados y senadores ocupasen puestos públicos. Ahora se abre paso para que los legisladores que cesen en sus cargos el próximo 11 de marzo puedan asumir puestos en el gabinete de inmediato. Esta medida hace alusión a uno de los blancos fáciles de crítica hacia la clase política en las sociedades contemporáneas: las posteriores salidas a la carrera política. Solo que, en este caso, se trata de una “puerta giratoria” que lleva de un cargo político hacia otro similar, sin entender la necesidad de una clara disciplina de “congelación”, haciendo transcurrir algún periodo de tiempo antes de que los cargos electivos pasen a otros cargo de nombramiento por el poder político.
Mi mayor simpatía para los políticos. Coincido con Enzensberger cuando, en su libro Zigzag, si bien afirma que padecen de “privación sensorial” y los sindica como la figura social más devaluada de la actualidad, reconoce que son más dignos de piedad que de escarnio. Cabria esperar de la clase política chilena, que se autopercibe como mejor que sus pares del continente, muestras de la experiencia que dicen defender cuando se aferran a sus cargo, estando más atentas y siendo mas responsables ante sus ciudadanos y con indicios claros de renovación y apertura a los nuevos tiempos.