Las cuotas y su prueba de fuego
Por MARÍA DE LOS ÁNGELES FERNÁNDEZ, JAVIERA ARCE Y TANIA BUSCH
En el último tercio del año en curso debiera ver la luz la reforma al sistema binominal. Integra el proyecto presentado por el gobierno un mecanismo de cuotas transitorio que implica un equilibrio de no más de 60 ni menos de 40 de cada sexo en la conformación de las listas. Su aprobación, que es una aspiración largamente acariciada por el movimiento de mujeres, vendría a ser un indicador de que la política chilena se interna efectivamente en el llamado “nuevo ciclo”, así como una respuesta a las repetidas recomendaciones de los organismos internacionales en la materia.
Habiendo concluido su tramitación en la Cámara de Diputados, la que no estuvo exenta de polémica, la medida enfrentará en el Senado su prueba de fuego por cuanto presenta una disyuntiva. Existe una aparente contradicción entre las cuotas y las primarias, por cuanto ambos mecanismos contemplan entendimientos distintos de lo que es la igualdad política: las primeras facilitan la igualdad de resultados mientras las segundas promueven la igualdad de oportunidades.
Su aprobación, que es una aspiración largamente acariciada por el movimiento de mujeres, vendría a ser un indicador de que la política chilena se interna efectivamente en el llamado “nuevo ciclo” así como una respuesta a las repetidas recomendaciones de los organismos internacionales en la materia.
Como una solución, se ha planteado la suspensión de primarias para la elección de candidatos al Congreso durante el período de duración de las cuotas. Estamos hablando de aproximadamente quince años. Suena, en principio, sencillo, claro y fácil de explicar, por cuanto, además, se esgrime que la posible disputa por cupos se debiera diluir con el aumento de su cantidad disponible bajo un sistema proporcional.
Sin embargo, cabe preguntarse si, bajo tanta sencillez, se esconde una propuesta razonable. Los motivos son varios, siendo conveniente aclarar que quienes suscriben en ningún caso consideran que las primarias constituyan una panacea.
En primer lugar, suprimir las primarias por tal plazo viene a contradecir argumentos previos esgrimidos para impulsar el mecanismo. ¿No se señaló que lo que se quería era ingresar en las listas y poder competir, no esperando en ningún caso cupos regalados, como era el argumento de no pocos detractores?
En segundo lugar, se tiende a desconocer que dicho mecanismo, de reciente aplicación en Chile, forma parte de una tendencia creciente en los sistemas políticos occidentales como forma de propiciar mayor democracia interna en los partidos así como un intento de mayor acercamiento entre elegidos y votantes. En un contexto donde las oportunidades de elección van en aumento y existen expectativas de que, cada vez, más decisiones y cargos dependan de la voluntad popular, colocar a las primarias en un limbo va en la dirección contraria. Es cosa de ver la recurrencia de consultas y plebiscitos que realizan el gobierno o los municipios para distintos temas, la propuesta de elección directa de los intendentes o el hecho de que los chilenos residentes en el exterior podrán concretar su voto en la próxima elección presidencial.
Una tercera razón es que, con la suspensión de primarias y la obligatoriedad de 40% de mujeres en las listas, lo más probable es que las mesas directivas (donde las mujeres precisamente no abundan) coloquen a las candidatas en distritos donde sus posibilidades reales de competir son nulas.
Y, last but not least, si bien técnicamente es posible hacer reparos fundados al mecanismo de primarias por las barreras de entrada que pone a quienes pertenecen a grupos desventajados, como las mujeres, no parece presentable políticamente que los mismos que convencieron a la ciudadanía de que dicho mecanismo vendría a resolver el déficit de participación y de legitimidad que tiene el sistema de partidos y el congreso, hoy propongan suspenderlas. ¿No es dable pensar que una decisión de esta naturaleza podría contribuir a mermar todavía más la confianza en las instituciones y ser incomprensible para el ciudadano de a pie?
El debate en el Senado puede contribuir a mejorar el mecanismo de las primarias y atacar ciertos factores críticos de una ley que, en las actuales condiciones, no entrega esperanzas de eventual triunfo para el 40% de mujeres que integrarán las listas.
Es por ello que proponemos: 1) financiamiento público para candidatos que decidan competir en primarias, incluidas fuertes políticas de transparencia en los donativos, límites bajos y fiscalización efectiva del gasto electoral; 2) debido a que el acto eleccionario es fundamental para el éxito, se debe contemplar el día de la elección transporte público gratuito para los electores, con recorridos consensuados entre todos los comandos, para evitar el acarreo y cohecho, tal como se observó escandalosamente en campañas enfrentadas por algunas candidatas en las pasadas primarias.
Una solución intermedia es que las primarias se apliquen solamente en aquellos distritos con magnitudes menores, dado que la disputa por entrar a las listas será allí más fuerte que en los de mayor tamaño (que podrán llevar hasta 9 candidatos por lista).
Independientemente de la solución por la que se opte, es de capital importancia prever fórmulas de revisión periódica de la presencia de mujeres en el Congreso, para lo cual se sugiere entregar las facultades correspondientes al Consejo Directivo del Servicio Electoral, de forma de ir incorporando los correspondientes correctivos. Paralelamente, y por cuanto se encuentra en agenda la idea de modernizar la ley de partidos así como la de financiamiento de la política, es importante incluir incentivos para que éstos implementen programas de reclutamiento y formación política de candidatas, así como la exigencia de cuotas efectivas, tanto en las mesas directivas como en los cuerpos colegiados que toman decisiones a su interior.
Publicado en El Mostrador