¿Una ruta sin relato?
No es que falte una ganosa vocería gubernamental, sino más bien de esa dimensión del liderazgo que intenta transmitir una visión.
Cuando escriba la historia reciente ocuparán un buen espacio no sólo los factores que explican el desplome de la adhesión que recibía Michelle Bachelet -la política reconocidamente más popular desde 1990-, sino la capacidad de su gobierno para enajenar sectores. Un ejemplo es el mundo del emprendimiento, que al inicio no era tan crítico. Y para qué hablar de la pérdida del apoyo femenino. Desde 2005 venía concitando un fenómeno inédito, hoy relativamente dilapidado: la solidaridad de género.
Pero el gobierno tiene por delante más de dos años y espacio para las rectificaciones. Hablamos de problemas de gestión del Estado, ya advertidos por la Presidenta, pero también de comprensión, de coordinación, de sincronización y de comunicación. Con relación al aparato estatal, resulta curioso que una coalición que se propone robustecerlo entienda que su modernización es la continuidad de lo obrado por la Concertación. Es cosa de leer el programa. Súmese el deterioro de instituciones que, como el SII, fueron “la joya de la corona”. A las dificultades frente a la ausencia de interpretaciones únicas sobre las causas del malestar que discurre por la sociedad chilena se suman disociaciones y dobles discursos que no resisten respuestas fáciles.
Es el caso de la participación. Los chilenos la demandan, pero llegado el momento toman palco. En materia de coordinación, la inercia, unida a la falta de creatividad, remiten a la repetición de cónclaves y a un comité político a la usanza de los tiempos pre Nueva Mayoría. La ausencia de sincronización ha quedado demostrada en la incapacidad para la respuesta simultánea a demandas emergentes con otras, como las seguridad, que constituyen el “fin mínimo” de la política, como diría Bobbio.
En comunicación, distintos personeros han reconocido problemas para difundir los cambios. No es que falte una ganosa vocería gubernamental, sino más bien de esa dimensión del liderazgo que intenta transmitir una visión. En síntesis, inspirar. La Presidenta lo logró durante su primer mandato, principalmente a través de una biografía. Aunque ella insiste en recalcarlo, no resulta obvio para todos que el principal enemigo a combatir sea la desigualdad, pero para graficar que no podemos permitírnosla, no resulta afortunado el modelo de la RDA. Una reciente encuesta del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES) sobre percepción de la distribución del ingreso y movilidad social reveló, según la académica Emmanuelle Barozet, que “las personas critican las trabas a la igualdad de oportunidades, pero ello no significa que existe una demanda generalizada por igualdad, entendida como la igualación de las condiciones de las personas”.
Tiene razón el presidente del Partido Radical cuando señala que falta más relato y sobran listas de supermercado. Su importancia es recalcada en el Informe de Desarrollo Humano del 2009 titulado “La manera de hacer las cosas”. En él se enfatiza su rol para desatar y producir motivaciones y sentido, sobre todo cuando se quiere invitar al cambio. ¿Cómo resulta difícil verlo, teniendo al PNUD tan cerca?
Publicada en La Tercera el 25 de agosto de 2015