Elecciones venezolanas: los municipios como pretexto
Se mantiene el empate. Esa es la idea que subyace al ambiguo resultado de las elecciones municipales del pasado 8 de diciembre en Venezuela. El gobierno mantiene el control de la mayoría de los municipios, aunque la oposición ha recobrado importantes plazas en los centros más poblados. Se trataba de un nuevo hito eleccionario de los tres que ya se han realizado en el último año y de los quince de la última década. En ellas, 19 millones de venezolanos aptos para votar debían elegir 337 alcaldes y miles de concejales.
Dichos comicios, marcados por el ya clásico ventajismo del gobierno y por el fantasma de la abstención, cobraron expectación adicional por cuanto la oposición las sindicó como un verdadero plebiscito -en clave nacional- a la gestión del Presidente Nicolás Maduro. Este ganó en abril pasado por apenas 1,5% dr lod votos al líder opositor Henrique Capriles, quien ha insistido en su carácter fraudulento. La inexistencia de nuevas elecciones hasta fines del 2015 le coloca a la oposición desafíos mayores a la hora de vislumbrar las estrategias futuras. Sus posibilidades de expresión en una arena institucional totalmente limitada y con un Presidente con Ley Habilitante y cerrado al diálogo, difícilmente encuentran cauce en el paisaje comunicacional. Tampoco hay muchas posibilidades de protesta en un gobierno que, recordemos, tiene una expresión bicéfala por cuanto es cívico-militar.
Llama la atención de los análisis postelectorales, el escaso o nulo foco en sus implicancias para la realidad municipal venezolana en su propio mérito. No deja de resultar llamativo si se toma en cuenta que Venezuela inició a fines de 1989, un proceso de descentralización en el marco de reformas estructurales más profundas que la clase política decidió impulsar. Era uno más de los intentos por canalizar el malestar creciente debido a la crisis económica que impactó al país en esa década y los problemas de procesamiento de demandas que experimentaba el sistema político.
Ya en 1987, un libro que reunía reflexiones de los principales intelectuales del país bajo el título “Venezuela hacia el 2000:Desafíos y opciones”, planteaba que la venezolana era una “democracia rezagada” en la que “existían carencias, centralismo, partidocentrismo y fuerzas dominantes sobre la sociedad civil”. González de Pacheco, en “Reforma del Estado y descentralización en Venezuela: percepciones y comportamiento del votante”, recoge el proceso de transformación política manifestado en las elecciones de 1993 y de 1998 que entregaban razones para dicha reforma: desalineación partidista, elevada volatilidad del voto, personalización de la política y baja participación. Sin embargo, el chavismo nunca tuvo simpatías por un proceso que el propio Chávez intentó poner freno de varias formas.
La más consistente pero también la más nebulosa, por cuanto nadie parece saber cómo se materializa, es la idea del Estado Comunal o nueva relación Estado-sociedad como corazón del proyecto del socialismo del siglo XXI. Lanzado luego de su reelección en 2007 (con 63% de votos) ha sido interpretado por docentes como José Luis Villegas, como una forma deminar la organización municipal establecida en la Constitución “para crear un escenario paralelo de movilidad y gobierno local controlado desde el poder central”. Por ahora, el proceso no ha podio acelerarse debido a una combinación de desconocimiento, por cuanto descansaba más en la cabeza del extinto Chávez, sumado a la ineptitud de su sucesor.El respiro que ello le entrega a los municipios no obsta a que la revista SIC, vinculada a los jesuitas, critique “el carácter utilitario del acto comicial” y la “mera proyección en dicho ámbito de la correlación de fuerzas de la polarización política a nivel nacional”. En esta vuelta, los municipios parecen haber sido más bien un pretexto.
Publicado originalmente en mi blog en “Voces” de La Tercera.