El regreso del Estado
La primera cuenta presidencial de un gobierno es la que más expectación genera, por cuanto se interpreta como lo que será su carta de navegación.En el caso de Michelle Bachelet, existen motivos adicionales, porque flota en el aire la idea de estar asistiendo a algo distinto que, además, dicho por ella misma, aspira a trascender su mandato. A algunos, esto los llena de euforia. Otros, desconcertados, se aferran a viejos libretos. Pero también están los que acusan afanes refundacionales cuando lo que hay es un intento de normalización de un país que es el más desigual de los 34 que integran la Ocde. La agenda comprometida corre veloz, facilitada por las mayorías obtenidas en el Congreso y pese a contingencias tan lamentables como terremotos e incendios. Ello está sucediendo en ámbitos donde se juega el combate a la desigualdad, no solamente en sentido material. Nos referimos al tributario, educacional, energético y productivo, pero también al político-electoral.
Más allá de ausencias (matrimonio igualitario), ambigüedades (nueva Constitución y su mecanismo), reafirmaciones (igualdad de género) y novedades (mascotas), el mensaje da cuenta de un giro conceptual, por cuanto le entrega un mayor protagonismo al Estado. No debería extrañar procediendo del mundo de centroizquierda, pero, hasta el momento, tenía mucho de declarativo. Los estudiosos de las Ciencias Sociales verán en el discurso un guiño a lo constatado en su momento por la socióloga y politóloga Theda Skocpol para el caso de las estrategias de análisis en la investigación social, donde el Estado, luego de una larga postergación, retorna para ocupar un lugar destacado en la reflexión. La Presidenta Bachelet se hace cargo de un deseo de reformulación de los ámbitos que ocupan el Estado y el mercado en nuestro ordenamiento económico y social que encuentra sintonía, además, con un debate en curso acerca de lo público y lo privado. ¿Quiere esto decir que lo público es sinónimo de lo estatal? No necesariamente, pero, para el caso chileno, lo público pasa necesariamente por satisfacer una cierta hambre de Estado que, además, por si no lo ha advertido la derecha, es transversal en lo ideológico, como lo registra la encuesta UDP.
Quizás esto se explique por una exacerbación de lo mercantil que ha desbordado áreas de la vida social que, hasta para los que adscriben a ese sector, ha ido más allá de lo razonable. El modo en que se definen las esferas pública y privada es un tema crucial en todo cuerpo político, y en Chile, dicha definición se ha instalado gracias al “no al lucro” en la educación para que veamos que, a veces, las consignas no son del todo estériles. La decisión de capitalizar Codelco y el BancoEstado, el fortalecimiento de la ADP, del Ministerio de Energía y de la Enap, el derecho a negociación colectiva del sector público y la AFP estatal, entre otras medidas, caminan en esa dirección. Todo ello plantea desafíos comunicacionales, de coordinación, de consideración de actores que no se resuelve en reuniones de consulta con el infaltable café con galletas o en el marco del enfoque binario “elecciones vs. la calle”, pero también de transición entre regímenes de distinta naturaleza.
Publicado originalmente en mi blog en “Voces” de La Tercera.