El gallego, bajo el efecto Penélope
El debate producido por el declive del uso del gallego, particularmente entre los jóvenes y reflejado en los datos de un estudio reciente del Instituto Galego de Estatística (IGE), no impacta seguramente en todos por igual. No exagero si hablo de un grupo particularmente sensible, en el que me inscribo, que no fuimos escolarizados en nuestra lengua y sentimos que, por ello, tenemos cuentas por saldar. En ese momento, y bajo el franquismo, su rechazo podría explicarse por su asociación con el rural, entendido este como una pobreza y un atraso que se aspiraba a superar.
Cabe pensar si el desafío que supone enfrentar su desuso no se colma con estudiar solo variables como la edad y el entorno de los hablantes, reales o potenciales, sino que habría que escudriñar más en otros posibles estereotipos que hoy lo acecharían. ¿Hasta qué punto la defensa de su utilización por parte de ciertos grupos políticos, casi como una reivindicación de ellos privativa, no desincentiva su uso y genera resistencias? Por otro lado, su empleo más frecuente por parte de las personas mayores no esconde cierta sensación de extrañamiento. La normalización, aunque necesaria, introdujo giros y términos que, para muchos, siguen resultando todavía ajenos.
Como toda modalidad de política, la lingüística no está libre de verse contagiada por ese populismo (sea de derechas o de izquierdas) que hoy recorre el mundo. Si aceptamos verlo como la entrega de soluciones simples a problemas complejos, algunas de las medidas para enfrentar lo que se cataloga como «emergencia lingüística» podrían calificarse como tales.
Nos referimos a esa fe formalista depositada en la conclusión de algún «pacto por la lengua», así como en la recuperación de ciertos consensos anclados en un pasado en clave nostálgica. Ello, por no hablar del mayor protagonismo que se les asigna a algunos agentes socializadores sobre otros, como la escuela, o en las redes sociales vistas como posible panacea.
En asunto de intenciones, el freno de la pérdida de gallegohablantes se asemeja a la aspiración de igualdad. Se trata de políticas que abarcan una constelación compleja y multidimensional de fuerzas objetivas y subjetivas, institucionales e informales, políticas, económicas y culturales, que operan en muchos planos y a distintas velocidades, susceptibles de verse afectadas por el efecto Penélope. Lo tomo de la socióloga Antonia García de León, quien alude a «la continua y contradictoria actividad que, en nuestros sistemas sociales, se produce en torno al objetivo de lograr la igualdad social por género». De esta forma, apunta, asistimos a «la coexistencia de prácticas sociales en un sentido y prácticas sociales en otro totalmente opuesto que destruyen o atenúan los efectos de las primeras».
Por ello, la defensa del gallego podría pasar menos por ideologías o por consignas vertidas, como mantras, en concentraciones y marchas, y más por políticas públicas rigurosas, exigentes, sincronizadas en varios planos y sostenidas por largos períodos de tiempo.
Fuente: La voz de Galicia 6/12/2024