El disputado voto de la señora Oramas
UNO de los momentos álgidos de la pasada sesión de investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno fue el cambio en la dirección del voto de Ana Oramas. Desobedeciendo instrucciones de su partido, la diputada por Coalición Canaria (CC) votó un “no” en base a lo que ella entendió en conciencia que estaba en juego: los intereses, tanto de Canarias como España. Emocionante resultó su pública petición de perdón a sus compañeros los que, por estos días, deben dirimir el destino de su parlamentaria más popular pero también más rebelde.
La búsqueda de Sánchez de estabilidad política con el apoyo de quienes repudian el régimen del 78, además del de quienes abiertamente buscar romper España, permitió ponerle luz a uno de los dilemas de la democracia: la tensión entre la idea de representación, por un lado y, por otro, la de que el proceso democrático debe producir gobiernos coherentes o, dicho de otra manera, entre disciplina y debate libre dentro y entre partidos.
Es este uno de los muchos temas que preocuparon al politólogo Juan José Linz. En Los problemas de las democracias y la diversidad de democracias abordaba el asunto refiriéndose a la crítica al parlamentarismo que en su momento hizo Carl Schmitt. Para este, la disciplina del partido debilitaba la función del parlamento como arena para el debate y la decisión. Señalaba que “la lógica del voto de confianza que requiere la disciplina de partido para asegurar la estabilidad del gobierno fosiliza el proceso parlamentario”. Frente a ello, y buscando un cierto equilibrio, Linz sugería “la separación de aquellos temas sobre las que gira la vida del gobierno de aquellos en los que habría lugar para la diversidad de opiniones, cruzando las líneas de partido”.
En el caso español, el dilema cobra fuerza a la luz de los llamados “hiperliderazgos”. La llegada de Pedro Sánchez a la cabeza del PSOE propició una purga interna que explica la nula resistencia a decisiones que contradicen lo que, en parte, era su esencia. En el caso de Ciudadanos, la publicidad de las diferencias por la estrategia de pactos, procesada de tal forma que terminó con la salida de importantes exponentes críticos, facilitó el conocimiento de dinámicas verticales y centralizadoras, muy alejadas de la vocación de centro, liberal y progresista a la que adscribe. ¿Hasta qué punto ello, y no solo su “no es no a Sánchez”, desilusionó a votantes y afiliados de mente independiente y criterio propio? Por otro lado, más allá de lo que sucede al interior de los partidos, tanto la fragmentación parlamentaria como el frentismo creciente harán necesario bastante más que disciplina de voto para el logro de una relativa estabilidad política.
La situación de la diputada Oramas, además, suscita preguntas que interpelan a esa autonomía que el feminismo pretende para las mujeres, secularmente gobernadas y definidas por otros. En el caso de aquellas que aspiran a desarrollar una carrera política, poco se sabe acerca de las tensiones que enfrentan para conciliar la aspiración a considerarse sujetos con pensamiento propio frente a los tributos a pagar para llegar a ser una “mujer de partido”.
Fuente: elcorreogallego.es 15/01/2020