Ciudadanos y su último cartucho
SI hay algo que en política no debe mostrarse es debilidad. Al menos, en periodo electoral. A pesar de que no hay ninguna encuesta alentadora para Ciudadanos con vistas al #10N, su dirigencia trata de mantener el tipo. Parte de su estrategia comunicacional se centra en una idea, que repite como mantra: “Si fuera por las encuestas, Ciudadanos no existiría”. Pero, si las encuestas no importan tanto, ¿a qué vino, entonces, la rectificación in extremis de Rivera levantando el veto a Pedro Sánchez? Inesperada y extemporánea, no se sabe todavía si habrá empujado la adhesión que dicho partido venía recibiendo a un punto de no retorno.
La preocupación es legítima habida cuenta de que, aunque es un partido más de espectro nacional, pudiera haber generado expectativas cualitativamente distintas por ser portador de una promesa de estabilidad: ayudar a rescatar a España del chantaje a la que la somete el separatismo. Aunque ahora anuncie jugarse por el desbloqueo, renunció a ello cuando podía, ahorrándole al país desasosiego.
La ilusión que despertó corre a la par de la publicidad que han recibido sus problemas internos, algo que también frustra a un grueso de sus votantes. Asociados a su política de pactos, tienen más que ver con algo anterior: una forma de hacer partido. Constatar que el hiperliderazgo de Rivera no es distinto al de sus pares no alcanza para explicar las denuncias recurrentes de vicios que, se suponía, venía a superar tales como el del amiguismo o privilegiar fichajes de la cantera del bipartidismo al que, a su vez, critica.
Procedentes de toda España, larvan su posibilidad de coger músculo a nivel nacional. Adjudicárselas a puros despechados por quedar fuera de las listas desatiende algo más preocupante: el miedo a disentir que denunció uno de sus históricos, Xavier Pericay, al momento de renunciar. No debiera naturalizarse. Mal que mal, los partidos reciben subvenciones públicas.
A lo anterior, hay que sumar su pérdida de impulso programático. Mucho se nota la salida de Toni Roldán quien, a la cabeza de su Secretaría de Programas, venía construyendo un acervo de políticas moderadas, regeneradoras y reformistas en base al rigor y a la evidencia. Nunca han sido más necesarias. El liberalismo progresista se mantiene como un modelo para armar frente a una democracia asediada por el dogmatismo y la polarización. Su futuro no puede quedar librado solo a la suerte de Macron o de Trudeau, dos de sus exponentes quienes, a su vez, deben lidiar con sus propios problemas.
Cataluña, con su violencia post sentencia del procés, ha vuelto a convertirse en el centro de todos los actos de precampaña de Albert Rivera. Tal estrategia, que ya le dio dividendos en el pasado, es vista como su último, y casi único, cartucho a diferencia de un Casado que, desde el PP, exhibe líneas de acción diferenciadas. Una de ellas es el intento por procesar la diversidad interna mediante la integración en las listas de figuras ligadas al rajoyismo. En esa línea, se leería como gesto de grandeza si el líder naranja buscase reintegrar en el partido a aquellos dirigentes que marcharon, no sin antes advertir lo que vendría.
Fuente: elcorreogallego.es 26/10/2019