Irene versus Cayetana
SU condición de feminista fue, quizás, lo primero que se supo acerca de la nueva valedora do Pobo de Galicia. No podía ser menos si como tal se designan el Gobierno de España, los distintos niveles de la Administración y cualquier colectivo que se precie.
Sin mayores discusiones, pareciera que la adscripción al feminismo dotaría a quien la enarbola de mayor legitimidad lo que contrasta, por ejemplo, con revisiones críticas de quienes fueran sus referentes. Un ejemplo es el de Phyllis Chesler que afirma que, si bien las ideas feministas parecen hoy más importantes habrían perdido, sin embargo, parte de su poder. Habla del “feminismo de diversión, más dedicado a culpar a Occidente por la miseria del mundo que en defender los valores occidentales que han inspirado innumerables movimientos de liberación, incluido el feminista”, al tiempo que denuncia “una balcanización de la identidad que debilita al movimiento, mientras que lo que fue su universalismo de antaño da paso al aislacionismo”.
Por lo anterior, declararse feminista es apenas una intención frente a las dificultades para desafiar el flagelo de una violencia machista que no cede. Demandar más presupuesto o indignarse por Twitter no evita el llamado ‘efecto Penélope’, alegoría utilizada por la socióloga Antonia García de León para graficar la coexistencia de prácticas sociales en un sentido, junto con prácticas sociales en otro totalmente opuesto, que destruyen y atenúan los efectos de la primera. Sería como un continuo tejer y destejer, sin estar nunca terminado el velo, tal como cuenta el mito.
La política española reciente provee de situaciones que, ejemplificadas en dos mujeres, lo grafican en relación a conceptos importantes dentro del debate feminista como lo son el mérito y la autonomía.
La fallida sesión de investidura, en la que Irene Montero sonó como posible vicepresidenta del Gobierno, trajo a colación un tema: los mecanismos de promoción. Profesional tan capaz como otras que integran Unidas Podemos, ha gozado de ventajas para sortear meteóricamente la sobre selección social a la que las mujeres suelen estar expuestas. Gracias a su vínculo sentimental con Pablo Iglesias, configuran un perfecto caso de “política conyugal”.
Por otro lado, están los procedimientos de selección de candidatos así como de integración en órganos de decisión de los partidos en los que pesan más que nunca las lealtades férreas al hiperliderazgo. Espacios con mujeres, algo que además entrega réditos electorales, pero donde una disciplina parlamentaria extremada por la polarización exigiría incondicionalidad absoluta, so pena de purga. Concedamos que tal situación contradice, a lo menos, el anhelo feminista de ver a las mujeres como agentes autónomos.
En ese paisaje, destaca Cayetana Álvarez de Toledo, portavoz del PP. Criticada por su carácter, por su constitucionalismo radical, por sus críticas al feminismo “instrumental” y por su intelectualismo, no extraña que suscite polémica: con una voz propia, piensa por sí misma, simbolizando el autogobierno que reclama ese feminismo que le es, a la vez, tan hostil. El tiempo dirá si entra o no en colisión con los dictados de su partido.
Fuente: elcorreogallego.es 20/08/2019