España y el futuro del talento
EN su libro Lean in Sheryl Sandberg relata que, a poco de comenzar a trabajar en Facebook, recibió la llamada de una prestigiosa ejecutiva de marketing de eBay. Le pidió trabajo preguntándole: “¿Cuál es tu mayor problema y cómo puedo solucionarlo?”. La dejó atónita. Habiendo contratado a miles de personas antes, nunca nadie se había ofrecido laboralmente de esa manera. Lo usual, pensó, es que las personas busquen un puesto adecuado de acuerdo a sus capacidades, más que colocar las necesidades de la empresa en el centro. Se encontró con una mujer dispuesta a volver a la casilla de salida, dejando atrás lo que tenía por seguro.
Por otro lado, leemos en la reseña biográfica de Joyce Johnson sobre su trayectoria como editora y escritora, además de profesora en universidades de la talla de Columbia y Nueva York. Llama la atención una cosa: la autora de Personajes secundarios, y que fuera compañera sentimental de Jack Kerouac, llegó a todo ello sin título universitario de por medio.
Por contraste, encontramos en No me cuentes cuentos la historia de María Josefa Wonenburger, galle- ga precursora en el campo de las matemáticas. De brillante carrera en Estados Unidos y Canadá, debió regresar por motivos familiares. No pudo continuarla en España porque ninguno de sus doctorados estaba reconocido. Nuestra visión excluyente del mérito institucional la obligó a un anticipado retiro.
Descubro estas referencias por mi trabajo como consultora en igualdad de género. Pero no es tanto el sexo lo que cuenta sino otra cosa: la forma en que las sociedades se posicionan frente a la capacidad y al mérito. Ello nos remite a la idea de talento, convertida tanto en lugar aspiracional como semántico. Su asociación recurrente con ámbitos como la ciencia y la tecnología oscurece factores como el arrojo, el esfuerzo, la creatividad, el ingenio, la empatía y la iniciativa personal. George Lucas decía: “Todo el mundo tiene talento, es solo cuestión de moverse hasta descubrirlo”. Tal movimiento, sin embargo, depende de la existencia de adecuados incentivos.
¿Está España preparada para promover talento, atraerlo y conservarlo? Un reciente informe de la OCDE nos considera uno de los países menos atractivos de los 35 que la integran para atraer inmigrantes cualificados debido a las condiciones económicas y laborales. Entre ellas, de seguro, está una lacerante realidad: el peso de los enchufes y contactos para encontrar trabajo. Un estudio de 2017 arrojaba la opacidad de un 75 % de ofertas de empleo que nunca veían la luz. Llegaban solo a través de conocidos y relaciones previas. Las recientes elecciones revelan que la conformación de las listas de candidatos en muchos partidos contiene también mucho de eso.
Si revisamos el Global Talent Competitiveness Index, el ranking de los mejores países para atraer talento, constatamos que la mayoría se encuentra en el norte y centro de Europa, salvo Estados Unidos y Singapur. Comparten el énfasis en la educación. Nada parecido a la solución que en nuestro país se le está dando: el surgimiento de una última generación de subvenciones poniendo como excusa -esta vez- el retorno del talento.
Fuente: elcorreogallego.es 16/06/2019