Las gallegas frente a las urnas
ORDENANDO archivos, descubro un artículo de la filósofa feminista Amelia Valcárcel titulado Las mujeres en los programas electorales.
Publicado en 2008, año en el que estalló una crisis de la que poco se ha aprendido por la forma en que el Gobierno de Pedro Sánchez dispone indiscriminadamente del dinero público, advierte que “el análisis histórico del voto femenino muestra que las mujeres suelen padecer un problema de memoria política. Muchas dan su voto a quienes se lo negaron y dejan que administre su libertad quien se lo impidió”.
No puede ser más oportuno. Su relectura cobra significado especial en momentos en que el feminismo, en el marco del ambiente cultural alimentado por el #Metoo, se ha convertido en arma privilegiada de la contienda política.
Tradicionalmente, se ha señalado que los partidos de izquierda han estado más relacionados con los problemas de justicia social y redistribución que interesan a los movimientos de mujeres. Habrían sido, se decía, más sensibles a las demandas femeninas y más dispuestos a apoyar sus candidaturas. Sin embargo, las cosas hoy son menos nítidas.
Acerca del PSOE, al tiempo que incluye en su programa de 110 medidas para las elecciones del 28-A una parte titulada La España feminista, se descubre que en Andalucía, su feudo por décadas, no se ejecutó el 70 % de una partida de protección de víctimas de violencia machista por tres años consecutivos.
Por su parte, mientras el Partido Popular es el que más mujeres lle- va en sus listas, patina una y otra vez con unas declaraciones cavernarias sobre el aborto.
El partido de Pablo Iglesias fue el único que estuvo en contra del Pacto de Estado contra la Violencia de Género y algunas de sus sucursales, como Marea Atlántica en el Ayuntamiento de A Coruña, incumple sin ruborizarse la ordenanza de igualdad de género que promueve. Con el nombre Unidas Podemos ¿le servirá de algo el reciente lifting de marca?
Ciudadanos ha hecho, en este ámbito, un camino de ensayo error, no extraño en un partido que huye de dogmatismos. Reivindicó este año el feminismo liberal que fue criticado por un feminismo radical que combina la falta de memoria con el velo de la ideología. Se olvida que sin los aportes de dicho feminismo, las mujeres jamás habríamos llegado hasta aquí.
Lo anterior ¿en qué situación encuentra a las gallegas? Del cúmulo de datos existentes, dos son reveladores. Por un lado, el informe “Brecha salarial y techo de cristal, del colectivo de técnicos de Hacienda (Gestha), arroja que cobran una media de 27,5 % menos que los hombres. Se añade que la nuestra es una de las comunidades en la que más se tardará en cerrar dicha brecha: 615 años. Por otro, un diario destacaba en 2018 un artículo de esta forma: “El rostro de la desigualdad en España: mujer, gallega y pensionista”. Nada de extrañar dado que tenemos las segundas pensiones más bajas de España.
Llevar con nosotros estos datos a la soledad de la urna supone pensar también en responsabilidades. Por lo pronto, las de un Partido Popular que acumula tres legislaturas seguidas, tiempo más que suficiente como para haber cambiado en algo dicho estado de cosas.
Fuente: elcorreogallego.es 06/04/2019