A vueltas con el relato
No falla. Más temprano que tarde, los gobiernos terminan tropezando con una piedra, la del relato. Constatado que la seguridad, el crecimiento y la gestión adolecen de una necesaria épica, ha sido tema de especial desvelo en la derecha. Según el senador Andrés Allamand, su ausencia explicaría los problemas del primer gobierno del Presidente Piñera. Decidido a que no se repita, se encuentra en un tour por todo Chile realizando seminarios para construir el relato que, a su juicio, sigue en deuda.
Reducir una derrota electoral a su falta puede ser exagerado pero, como contrapartida, puede llegar a ser la llave de la contienda política. Lo vemos recientemente en el Partido Demócrata de EE.UU. donde avanzan candidaturas femeninas que, según Máriam Martínez-Bascuñán, “se asocian con un feminismo que coloca las ideas de cuidado, interdependencia y solidaridad empática como parte de su narrativa”. Si bien sirve para el afianzamiento de identidades grupales, ¿posibilitará el aglutinamiento de las huestes de Chile Vamos? Tal expectativa nos remite a lo que ocurrió con la Nueva Mayoría donde, a falta de relato, se enarboló el programa con pretensiones disciplinadoras. Por otra parte, minimizar su importancia puede resultar letal. Sucesivos gobiernos españoles poco o nada hicieron desde distintos ámbitos, incluida la diplomacia pública, para confrontar la difusión de un independentismo que ha formado parte de la construcción identitaria de Cataluña. Al final, fue el de Mariano Rajoy el que se vio sacudido por las crónicas favorables al separatismo escritas por periodistas extranjeros de prestigio, subyugados por la idea de una Estado español “franquista y opresor”.
La comunicación política destaca la importancia de la construcción de una visión y de antagonismos, así como el diseño de una trama revestida de un lenguaje aspiracional. Pero la política del relato tiene también límites. El mejor mensaje se estrella con un mal mensajero. La oratoria se mantiene como pieza fundamental del liderazgo. En segundo lugar, si bien su elaboración no se reduce a un ejercicio intelectual, tampoco puede soslayarlo. Asistimos a una crisis conceptual, donde las palabras no alcanzan para atrapar una realidad compleja.
Y, por último, no basta una historia desbordante de emoción pero sin mínima consistencia. No resulta la reivindicación de los deberes frente a los derechos así como la valorización de la responsabilidad, el esfuerzo personal y el mérito, si quienes lo predican insisten en correr con la ventaja que le otorga su posición. La credibilidad es el mejor relato. Eso pasa por combatir las colusiones, los conflictos de interés y el nepotismo.
Fuente: La Tercera 12/07/2018