Rendirse a la evidencia
DURANTE esta semana hemos asistido a algo inédito. Luego de largo tiempo resistiéndose, los partidos Socialista y Popular de Galicia decidieron referirse a Ciudadanos. Y es que la formación naranja no solo escala posiciones en las encuestas a nivel nacional sino que constatan, al día de hoy, que podría entrar en el Parlamento de Galicia, dándole entre cuatro y seis diputados. No está mal habida cuenta de que, cuando debutó en el 2006 en el Parlamento de la Cataluña, su lugar de origen, lo hizo con apenas tres.
El secretario general de los socialistas gallegos alude a marketing para descalificarlo. ¿Pensarán lo mismo los autónomos de este país (más de 3 millones) y a los que Ciudadanos puso en el mapa de España?, ¿o los cientos de padres favorecidos por un permiso postnatal que ya va en cinco semanas?, ¿y los miles de jóvenes desempleados que se beneficiarán del complemento salarial “naranja”? Son solo algunos ejemplos de los frutos que emanan del pacto de investidura que dicho partido firmó con Mariano Rajoy. Para 2018, ha logrado arrancarle al gobierno 8.000 millones de euros en los presupuestos con una lógica: igualdad para todos.
Todavía no contento, Caballero añade que su ascenso supondría “un recambio por la derecha”. La igualdad que reclama el PSOE, al parecer, se inclina más por los privilegios territoriales, cuyos resultados hoy padecemos que por una que, como postula Ciudadanos, sea para todos los españoles sin distinción y que, tal parece, le hace sentido hasta sus propias huestes. El pasado 21D, en Cataluña, 20% de los electores del PSOE votaron a Inés Arrimadas y, según las últimas encuestas, el trasvasije de votos desde ese partido hacia Ciudadanos es -por ahora- del 10%.
Frente a la relativa corta vida de Ciudadanos, al presidente gallego le gusta hacer gala de experiencia, suya y de los propios. Pero sucede que lo que fue alguna vez una legítima aspiración, la de profesionalizar la política, ha terminado en otra cosa: personas que no conocen más realidad que la política. De ello se deriva escasa o nula sensibilidad hacia las condiciones de vida de los que se verán afectados por sus decisiones (u omisiones). Ya un estudio de 2015 arrojaba que solo 21% de los dirigentes políticos en España había pasado por la economía real. Tal como están las cosas, presumir de “folla de servizos” podría terminar siendo un búmeran.