Una casa para todos
LA repulsa social frente al fallo en el caso de La Manada, la disolución de una ETA que no oculta la inquietud por su posible metamorfosis en las instituciones y el inminente cumplimiento del plazo fatal para armar gobierno en Cataluña han relegado a un segundo plano algo que, hasta hace días, sacaba chispas: la tramitación de los Presupuestos Generales del Estado.
A primera vista, el resultado es bueno. Provee estabilidad a corto plazo aunque, por lo pronto, el Gobierno debió confesar a la autoridad comunitaria que la subida inmediata de las pensiones con los dos mil millones de dicho pacto se cubrirán con impuestos y más recortes.
Pero no hay que engañarse. Al súbito amor por los jubilados de los nacionalistas vascos se sumaron otros motivos. Se buscó comprar tiempo para que sus pares catalanes lograsen formar gobierno, evitar que Ciudadanos llegue a La Moncloa y, por si fuera poco, conseguir una subida en las inversiones para el País Vasco del 32 %.
Con la situación de fragmentación política que consolida el reciente Barómetro del CIS, dichas prácticas están lejos de ceder, pero ¿hay alternativa? Por ahora, la que ofrece Ciudadanos. Dentro de las hipótesis que se esgrimen para explicar su escalada demoscópica, destaca una: el ejercicio de una oposición responsable, de progreso y constructiva, junto con la promesa de una España que todos puedan llegar a sentir como una casa común.