Un reto que los supera
Mª ÁNGELES FERNÁNDEZ-RAMIL Y AGUSTÍN LESTA CONCHADO
HACE poco una amiga, otra más, dejó Galicia para irse a Madrid. Muchos de ustedes conocerán casos similares. Trabajaba como profesora en un colegio que, tras cerca de cuatro décadas, se debatía entre la continuidad y el cierre. No corren buenos tiempos para los colegios y para los profesores en nuestra tierra. En general, no corren buenos tiempos para los jóvenes. De ello hablan las cifras del declive demográfico que, en Galicia, son pavorosas y nos colocan entre las tres autonomías más envejecidas. En 2017, el saldo vegetativo fue de casi 10.000 muertes más que nacimientos. Las previsiones apuntan a la pérdida de cerca de 250.000 habitantes en los próximos quince años.
El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoó, se lamentó recientemente al respecto: “Nunca se había hecho tanta política, pero es insuficiente”. Suena poco sincero en boca del líder de un partido que ha gobernado nuestra comunidad por cerca de tres décadas. Pareciera un tiempo más que suficiente para haber impulsado un plan demográfico relativamente estable y no una seguidilla de medidas carentes de evaluación y de coherencia interna.
Por un lado, en ocasiones, llega a parecer que nuestros gobernantes se sienten cómodos con un problema que pueden utilizar como lamento en sus negociaciones. Pensemos en la financiación autonómica o la eventual exclusión de Galicia en el rediseño de las ayudas de la Unión Europea. Por otro, se insiste en la creación de nuevas estructuras (¿o chiringuitos?). En el ámbito autonómico, está el Observatorio de Dinamización Demográfica, ente hasta ahora más bien contemplativo y, a nivel nacional, el nombramiento de la Alta Comisionada para el Reto Demográfico. Su pomposo título y su sueldo de 100.000 euros anuales no se han traducido, hasta el momento, en medidas del calado que la situación demanda. El país todavía espera un plan demográfico estatal que fue prometido para el pasado mes de enero.
En la primera quincena de abril, el presidente de la Xunta impulsó una arremetida frente al tema. En primer lugar, un plan (sí, uno más) de 850 millones de euros en tres años para fomentar la igualdad en el cuidado familiar. En segundo término, el llamado Plan Retorna 2020, que busca repatriar a 22.000 emigrantes o descendientes, con un respaldo económico de 235 millones hasta 2020. En apariencia, suena bien. La Galicia exterior encierra un enorme potencial. Hablamos de medio millón de gallegos que, incluso, pudieran ser más ya que una parte de los descendientes de españoles han quedado arbitrariamente excluidos de su condición de tal por leyes como la de la Memoria Histórica. El problema son los que continúan marchándose por la falta de oportunidades y de estabilidad, hasta 130.000 en los últimos años. ¿No sería más eficaz mejorar las condiciones de los jóvenes que aún viven en Galicia, confiando en que su bienestar pudiera actuar como llamada para los que están afuera?
Aunque no se trata de ser suspicaz, algo resulta llamativo. Las dos últimas medidas se precipitan justo cuando Albert Rivera, presidente de Ciudadanos, acaba de anunciar en León que su partido presentará el próximo otoño un plan estratégico contra la despoblación.