¿Quién manda a quién?
De la caída del equipo económico se han dicho muchas cosas. Desde que fue un autogolpe, en palabras de Jorge Navarrete en este mismo espacio, hasta ser vista como inusual aunque Hacienda venía perdiendo su carácter sacrosanto. Ya el exministro Arenas había salido, arrastrado por un cambio completo del comité político, en 2015. Ello no impide intentar explicaciones.
Algunas, de corto alcance como la forma en que tuvo lugar el Comité de Ministros que rechazó el proyecto Dominga, o el hecho de que el titular de Hacienda quizás olvidó que carecía de aquellas afinidades personales que, por lo visto, permiten sobrevivir en los equipos bacheletistas. Otras, de largo plazo, como la existencia de dos almas al interior del gobierno, situación particularmente aguda -pero no única- en la centroizquierda. A Piñera también le tocó lidiar con ellas. La intención de proyectar su legado por parte de la Presidenta Bachelet también resulta plausible pero ¿será necesario tanto celo cuando tiene un lugar más que asegurado en la historia? Lograr algo así no descansa solo en cambios institucionales y relativos a las bases del desarrollo. Existe también un componente simbólico y, para alguien que ha sustentado su imagen en la defensa de las mujeres, tolerar desafíos como los del exministro Valdés contribuirían a que futuras representaciones de su liderazgo se reduzcan a cariño y simpatía.
El informe de desarrollo humano en Chile en 2010 registró que su gestión habría surtido un cambio cultural crucial. La popularidad de casi 80% con la que la había terminado hacía creer que, por fin, se habrían roto las asociaciones entre liderazgo y masculinidad. El capital político con el que retornó le permitió conformar un gabinete bajo sus propios términos. Sin embargo, las dudas sobre su autoridad emergieron a las primeras de cambio. Las críticas al cartillazo quedaron pálidas frente a las de vacío político y de lejanía.
Se llegó a decir que, más que presidenta, era un sentimiento. El fantasma del hombre fuerte tras el poder que supusieron Velasco y Escalona volvió ahora en la figura de un asesor: Pedro Güell. El tiempo dirá hasta qué punto su reclamo inicial de un liderazgo de tipo femenino y basado en la diferencia puede haber servido, como advierte Jane Chapman, para reforzar las bases de la jerarquía de género. Hoy por hoy, el entusiasmo con las cuotas o la despenalización del aborto no permiten vislumbrarlo.
¿Que lo sucedido con Dominga poco contribuye a que la Nueva Mayoría siga en La Moneda? Una fruslería porque el gobierno no trabaja para ganar las elecciones. Así lo señalaron, como un solo hombre, los ministros Eyzaguirre y Fernández. Suena contra natura, pero no tanto. Recordemos lo que Bachelet dijera alguna vez de sí misma: que a ella no se le podían aplicar los códigos de la política.
Fuente: Blog Voces de La Tercera 07/09/2017