El matiz
Tiempos exaltados. Lo vemos a nivel mundial, expresados en el auge de los populismos de derecha a uno y otro lado del Atlántico. Es posible reconocer ciertas señales de lo mismo en nuestro clima de debate público. Así lo constata en este mismo espacio Andrés Benítez cuando observa la pérdida del juicio equilibrado y la instalación de un cierto integrismo. No oculta su nostalgia por una moderación que habría existido en tiempos pasados pero ¿fue antes muy diferente o es que no había tantas oportunidades para la expresión? Las redes sociales, aun con sus bondades, en maridaje inadvertido con una sociedad del espectáculo que privilegia la provocación, han contribuido a instalar la lógica de “o estás conmigo o estás contra mí”. El tiempo dirá cuánto ha contribuido a ello la “retroexcavadora”, recurso semántico para reflejar la voluntad refundacional de la coalición gobernante.
Si vivieran hoy entre nosotros, no encontrarían un espacio amable Albert Camus, Raymond Aron y León Blum, tres intelectuales franceses muy distintos entre sí que tienen en común haber defendido sus convicciones frente a la visión dogmática dominante de la izquierda. Tony Judt los reúne en “El peso de la responsabilidad”, uno de sus libros con menor resonancia en nuestro país escogiéndolos, entre otras razones, “porque no representaron un modelo beligerante del compromiso social o político francés; se representaban, en definitiva, sólo a sí mismos y a aquello en lo que creían”.
El primero de ellos señaló, entre muchas de sus frases felices, que “el matiz es el lujo de las inteligencias libres”. Más allá de su uso táctico por parte del senador Walker para diferenciar a la DC en el proceso de reformas estructurales que impulsa la Nueva Mayoría, ello lleva a preguntarnos acerca de quiénes pueden considerarse en esa condición, habida cuenta de que no es fácil en Chile sortear la vida sin tribus ni redes de pertenencia.
El ánimo panfletario, en nuestro caso, pudiera también constituir una reacción a la política de los acuerdos de la transición que, luego de haber estado en un altar, hoy son catalogados de cocinería. Dado que los bonos del consenso están a la baja, ello obliga a reflexionar sobre su contracara, el disenso. Aunque el sectarismo que campea tiende a inhibirlo, convivimos hace rato con una de sus expresiones, tan letal como silenciosa: una abstención electoral que encierra altas dosis de apatía. Pero el disenso contiene también componentes virtuosos de autocorrección del sistema e, incluso, de estabilidad política al permitir el desahogo del descontento. Así lo señala Morlino, quien lo asocia al nacimiento de la democracia y recuerda que su práctica no se entiende sin las normas que garantizan el ejercicio de derechos civiles como la libertad de prensa, de palabra y de asociación. Es éste otro motivo para inquietarse por la aprobación en el Senado de la indicación que castiga la violación de las normas del secreto en las investigaciones criminales que, menos mal, no alcanzará a la prensa. Se dirá que se hila demasiado fino pero, ¿y qué tal si asistimos a la prefiguración de una tendencia?
Publicado en mi blog Voces de La Tercera.