Reformas con gríngolas
AUNQUE LA política ocupa un lugar distinto en los idearios de izquierda y de derecha, los dos últimos gobiernos se han visto sorprendidos por igual por un protagonismo que, originalmente, no le habían asignado.
En la Nueva Mayoría resulta más curioso. La otrora Concertación planteó, como una de las causas de su derrota electoral en 2010, la primacía de la economía sobre la política. Sin embargo, hizo de la reforma educacional su emblema de campaña cuando ¿habrá algo más político que avanzar hacia una nueva Constitución? Por estos días, sus parlamentarios acusan lentitud en la marcha de otros proyectos de la agenda ya que las medidas relativas a probidad y transparencia habrían demando un tiempo que no estaba originalmente contemplado. La pregunta es ¿alcanzará todo esto, como plantea la retórica oficialista, para fortalecer la democracia y, sobre todo, cerrar la brecha de confianza entre política y ciudadanía cuando, además, la desconfianza alcanza a otros sectores de la elite? Así como se ha acusado un cierto voluntarismo en la reforma educacional, a las políticas las ahoga el convencionalismo. Si hay un ámbito donde no hay que escatimar reflexividad es en éste, cuando un tercio de los chilenos considera que la democracia funciona mal según la encuesta CEP más reciente. Recurrir a más leyes parece obvio pero ya el ex Contralor Mendoza ha advertido que no es que falten sino que no se cumplen. El ex Presidente Lagos recomienda que las medidas sean duras. En esa línea, bueno sería pensar en la revocatoria de mandato.
Inspirarse en la evidencia comparada-como acostumbra la Ciencia Política- es un recurso, pero presenta límites. En promedio, el 60% de los ciudadanos de países de la OCDE, según la OECD Trust Strategy (OTS), no confían en sus gobiernos. Ayudaría la mirada sistémica que recomienda el CEP al analizar el sistema electoral, los partidos políticos, el financiamiento de la política (campañas electorales y partidos) y los órganos fiscalizadores y sancionatorios para no incurrir en riesgos de incoherencia pero, mientras tanto, campean las contradicciones. Se elimina el binominal como sistema electoral pero persiste en los poderes autónomos; se crean cuotas de género para aumentar el escuálido 15% de presencia parlamentaria femenina pero, a la par, se aumenta el tamaño de los distritos y se limitan las opciones de financiamiento electoral; se busca promover el involucramiento en el proceso constituyente pero Revolución Democrática, embarcado en la búsqueda de firmas para constituirse en partido, denuncia los costos laborales de ser militante; el PPD relativiza-mediante el recurso a primarias-la norma interna que se autoimpuso en 2008 de limitar los mandatos de sus representantes y el último informe del IDH recomienda la exclusividad de la labor parlamentaria, entendible en la lógica de limitar oportunidades para posibles conflictos de interés.
Sin embargo, ¿no será que la política, lejos de abstraerse todavía más, requiere con urgencia vivir la vida del ciudadano de a pie? No supone gastos extraordinarios, máxime en tiempos de finanzas mermadas. Bastaría con usar el Transantiago de cuando en cuando.
Publicada en La Tercera el 17/12/2015