Las mujeres y el poder
En política, aún sin el soporte de un cargo formal, las mujeres son percibidas como influyentes. ¿Por qué entonces pudiendo, no influyen más?
EN TIEMPOS de incertidumbre, algunos datos nos devuelven a las certezas. Por mucho que se diga que el país está subido a una montaña rusa de cambios, hay situaciones inalterables. Es cosa de ver la reciente encuesta Cadem-Qué Pasa sobre el mapa del poder en Chile. No faltaron los sorprendidos por una escasa presencia femenina que podría pasar fácilmente por la versión chilena de la reciente campaña de la revista “Elle”. Mediante photoshop, borraron las imágenes de los hombres en reuniones de jefes de Estado para mostrar la brecha de género a nivel del liderazgo global.
Aunque desconocemos si la muestra de 340 personas consultadas fue equilibrada por género, reconozcamos que no resulta automático nombrar mujeres influyentes a no ser que se invente lo que no existe. El ranking ratificó que el país sigue estacionado en los hallazgos del Informe de Desarrollo Humano del PNUD del 2010 que señalaba que, pese a los avances, el ejercicio del poder continuaba siendo una práctica de exclusivo monopolio masculino, con las mujeres subrepresentadas entre las elites política, económica, simbólica y social.
¿Qué mejor imagen que la foto de la reciente visita de la Presidenta al Centro de Estudios Públicos (CEP) para mostrar que, en la esfera pública, Chile sigue siendo un país de hombres, aunque conducido por una mujer? Aunque resulta injusto volcar en Michelle Bachelet toda esperanza de cambio, su decisión de no replicar la paridad de género ministerial durante su segundo mandato sigue sin una respuesta convincente. A pesar de ello, en política, aún sin el soporte de un cargo formal, las mujeres son percibidas como influyentes. La pregunta es: ¿por qué, pudiendo, no influyen más? Resultó extraño que no fuera la ministra Segpres del momento, Ximena Rincón, la que estuviera a cargo de la emblemática reforma del sistema electoral dado que, tradicionalmente, las reformas políticas han recaído en dicha cartera. O que la actual ministra de Educación no integre el comité político, tal como lo hizo su antecesor, si la explicación dada para su ingreso en él fue la importancia de la reforma asignada a su cargo. Preocupante es la ausencia de la influencia femenina en la economía, la empresa y el liderazgo de opinión.
Aunque las fichas parecen estar puestas en el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género y en las cuotas de género que debutarán en las elecciones parlamentarias del 2017, ¿no habrá que hacer algo más? Los balances de su prolongado impacto en otros contextos de la región muestran que, si bien las mujeres están presentes en espacios de decisión en números inéditos, ello convive con el control masculino del liderazgo partidario, de las principales comisiones en los congresos y de las redes informales de poder que florecen especialmente para la selección de candidaturas. La política, tal como existe, está lejos todavía de constituir un terreno familiar para las mujeres. Es por eso que las investigaciones están apuntando menos a identificar lo que impide que las mujeres lleguen en condiciones de igualdad y más a auscultar la persistencia de la hegemonía masculina a través de un cierto tipo de capital: el homosocial.
Publicada originalmente en mi blog en “Voces” de La Tercera.