8 de marzo: reparando deudas
La conmemoración del 8 de marzo es una de esas fechas que por fuerza de la costumbre, corre el riesgo de diluir su necesidad. Saber que todavía faltan 81 años para alcanzar la plena igualdad entre los sexos en todo el mundo debiera servir para convencer hasta los más escépticos de la necesidad de seguir luchando por los derechos de las mujeres y de las niñas. Pero hay otros plazos más inquietantes. Para la Organización Internacional del Trabajo (OIT), faltarían entre 100 y 200 años para que las mujeres alcancen posiciones de liderazgo en los negocios. ¿Quién está dispuesta a esperar tanto?
La reciente realización en nuestro país de la reunión de ONU-Mujeres denominada “Las mujeres en el poder y la toma de decisiones: construyendo un mundo diferente”, ha permitido constatar lo mucho que falta, a 20 años de la adopción de la Declaración y la Plataforma de Acción de Beijing. La violencia de género, la desigualdad laboral, la doble carga de trabajo que recae en las mujeres, así como la realidad de la democracia no paritaria nos lo recuerdan. En este último ámbito, datos recientes de ONU-Mujer informan que solamente en 10% de las mandatarias del mundo son mujeres, así como 1 de cada cinco parlamentarias y una de cada veinte alcaldesas. La realidad de países en conflicto es para llorar a gritos. Se estima que cerca del 90% de las víctimas de guerra en la actualidad son civiles, la mayoría de ellos mujeres y niños, en contraste con lo que sucedía hace un siglo, cuando el 90% de los que perdían sus vidas era personal militar. Por otro lado, más del 75% de las personas desplazadas en el mundo son mujeres y niños y, en algunas poblaciones de refugiados, esas cifras alcanzan el 90%.
Que se le haya venido asignando en el debate público más importancia a reformas como la tributaria, electoral y educacional, consideradas como estructurales, no ha permitido conocer con más detalles la agenda de género que impulsa el gobierno. Para ello, el 8 de marzo constituye también una oportunidad.
A un año de instalado el gobierno, la Presidenta Bachelet ha intentado concretar aspectos inconclusos de su primer mandato, que en ese momento no logró por carecer de mayorías parlamentarias. En lo específico, no pudo concretar medidas para promover la participación política femenina como las cuotas, adoptadas por la mitad de los países del mundo, ni tampoco reconocer los derechos sexuales y reproductivos de las chilenas. Por ello, la despenalización del aborto terapéutico es un trascendental paso. Chile forma parte de un trasnochado club compuesto por cuatro países con la legislación más restrictiva en la materia.
Asimismo, buena parte de los esfuerzos han estado centrados en dotar al Estado de una institucionalidad acorde con los desafíos de una desigualdad que no cede con su contracara en una demanda creciente por igualdad. Para muestra un botón: la brecha salarial de género, según los últimos reportes, aumentó a 25%. No es casual, frente a ello, que encuestas como la de la Corporación Humanas revelen una alta percepción de discriminación por parte de las chilenas. Aunque el Servicio Nacional de la Mujer (Sernam) ha sido reconocido a nivel internacional como una maquinaria estatal eficaz para el logro de políticas públicas significativas, también existe conciencia de su insuficiencia para enfrentar los desafíos de futuro. La instalación del recientemente aprobado Ministerio de la Mujer y Equidad de Género es una respuesta a ello. Aunque siempre hay ciegos que no quieren ver, el cambio cultural y el desafío al patriarcado están en marcha. Así lo señala la CEPAL en su documento “La hora de la igualdad”. Paralelamente, el analista Moisés Naim, famoso por “El fin del poder”, el primer libro seleccionado por Mark Zuckerberg para su club de lectura en Facebook señala, con datos del Word Values Survey (WVS), que cada vez existe más consenso mundial acerca de la importancia de la igualdad de género.
Publicado originalmente en mi blog en “Voces” de La Tercera.