La verdadera mediocridad
Murphy con su ley irrumpió en la realización del ChileDay en Londres, destinado a promover la imagen de nuestro país entre los inversionistas y el mundo financiero. ¿Cómo interpretar, si no, la afirmación del Financial Times según la cual seríamos la economía que encarna mejor “la nueva mediocridad”? Influyente en el mundo empresarial, dicho medio ha venido destinando a Michelle Bachelet frases tan ingeniosas como faltas de inocencia. Recordemos que durante su primer mandato la catalogó como “primera entre desiguales”. Posteriormente, de ella dijo que era “lo más cercano a una santa viviente que tenía Chile” o que “podría traficar osos panda sin dañar su imagen por ello”.
No es fácil salir de las etiquetas que la prensa internacional te endilga una vez que te las coloca. Sobre ello, pueden dar cátedra algunos países de la región. Aunque es pronto para anticipar su impacto en la tarea de construcción de confianzas en la que está embarcado el gobierno, la afirmación en cuestión -emitida por Christine Lagarde, directora del FMI, en otro contexto- viene a reforzar argumentos que comienzan a circular en el debate nacional.
Se observa un intento por retornar a la idea de que el crecimiento y sus recetas conocidas serían los mercados libres y la intervención limitada del mercado. Así nos los viene a recordar el académico John Cochrane, de la Universidad de Chicago, en este mismo diario.A dichas fórmulas insisten en aferrarse ciertos sectores del empresariado, para quienes el fortalecimiento de las atribuciones del Sernac para velar por los abusos o la previsión de los costos medioambientales sería poco menos que estorbo. Ello contrasta con una búsqueda por parte de grupos de empresarios en el mundo, que entendiendo que la desigualdad es fuente de males económicos, indagan nuevos enfoques. Se comienza a hablar de capitalismo consciente, moral o inclusivo.
Si algo se pudo aprender tras el revés concertacionista en las urnas en 2010 y coincidente con el ingreso de nuestro país a la Ocde, es que crecimiento asociado a chorreo no supone desarrollo, y que habiendo sido exitosos en reducir la pobreza, el país está al debe en el combate a la desigualdad. ¿O hay que recordar que somos el más desigual dentro de la Ocde, el cuarto de la región y el décimo del mundo?
Junto con reconocer la necesidad de redistribuciones más justas, se inició un debate sobre el crecimiento sostenido, asociado a nuestra magra productividad. Los expertos señalan la necesidad de superar la visión cortoplacista del mercado y desatar nudos gordianos en energía, educación, infraestructura, innovación y tecnología. ¿Será que porque los consultados son hombres, se les escapa otro factor gravitante en la productividad, como es la capacidad de las mujeres? Saadia Zahidi, directora senior del WEF, ha planteado que “con paridad de género, la UE podría elevar su PIB en 12%, Japón en 9% y EE.UU. en 5%”. La propia Lagarde señala que “enfocarse en la otra mitad de la humanidad no le hace daño ni al crecimiento ni al desarrollo económico, todo lo contrario”. Por tanto, si es que hay mediocridad, es otra, pero relacionada con la falta de creatividad, la miopía y el desaprovechamiento.
Publicado originalmente en mi blog en “Voces” de La Tercera.