Latinobarómetro 2013: lectura en diagonal
La democracia llegó para quedarse en América Latina. Esa parece ser la idea que resalta de la lectura del informe Latinobarómetro de este año, conocido hace pocos días. En él, se presentan dos temas centrales: un recuento detallado de la evolución del apoyo a la democracia en cada uno de los 18 países de la región y, además, un análisis desmenuzado de las expectativas de los ciudadanos. Nuestra región viene de atravesar la mejor de sus décadas, habiendo disminuido la pobreza, promovido el ingreso creciente de un sector sustantivo de su población en la clase media, aumentado su participación en el mundo y sorteado con éxito una crisis financiera internacional que aún tiene maltrechos a buena parte de los países industrializados.
Efectivamente, habría un consenso amplio en que la democracia es el mejor sistema. Un 79% de personas en la región así lo declaran. ¿Será que se ha ido construyendo una suerte de “cinturón de seguridad” subjetivo de la democracia a nivel continental? Se reconoce que falta todavía un largo camino por recorrer en materia de educación, desmantelamiento de la pobreza e inclusión política. Una parte sustantiva cree que se puede tener democracia sin Congreso y sin partidos, pareciendo haber optado por una suerte de “activismo latente”.
En forma creciente, la ciudadanía prefiere fórmulas de participación política no convencional, donde la protesta es la favorita. Es éste un dato que no debieran mirar en menos aquellos que, en nuestro país, se aferran majaderamente al modelo de democracia representativa y su correlato de participación electoral, desdeñando la canalización de los malestares a través de fórmulas de participación directa por considerarlas “chavistas”.
Se avecinan tiempos en que habrá oportunidades para comprobar su consolidación por cuanto, aunque el informe no lo registra en forma específica, ya se anuncia el fin del superciclo de los commodities en condiciones en que parece no haberse aprovechado la bonanza para crear la gobernanza de los recursos naturales que tanto ha venido predicando la Cepal. Al mismo tiempo, se señala que aunque la democracia aparezca como la única alternativa, es en muchos casos más una aspiración que una realidad.
Solamente 8% de los habitantes declara que hay una democracia plena en sus países, de lo que se desprende que lo que está realmente en juego es la concepción que de ella se tenga. A la hora de hablar de legitimidad democrática, el estudio parece circunscribirse a una única forma: la de resultados; aunque reconoce que la evaluación de la democracia no se juega solamente en el terreno de los bienes materiales, sino también políticos, como sería el acceso a instancias de poder y la capacidad de expresión.
El hecho de que aparezcan Venezuela y Ecuador como los países donde ésta recibe el más alto apoyo, pudiera resultar sorprendente. Sin embargo, en ambos contextos en los que se han llevado a cabo experiencias refundacionales, se ha tratado de que su población acceda a ambos tipos de bienes, aunque muchos pudieran opinar que el ejercicio se ha hecho subvirtiendo la democracia desde adentro.
De particular interés resulta observar algunos aspectos de evaluación de los gobiernos progresistas en la región, máxime cuando Chile parece caminar de nuevo en dirección hacia esa ruta. Aunque concite extrañeza, por cuanto hablamos de gobiernos que se ha esforzado por el establecimiento de nuevos derechos, la percepción mayor de pérdida de progreso se reduce en Brasil, con caída en 19 puntos porcentuales; Paraguay, con 16; Uruguay, con 12 y Argentina, con 11. Pero no es tan negativo el saldo para las administraciones de izquierda, porque a la pregunta por la congruencia entre la imagen de progreso y la satisfacción de vida, son Ecuador y Bolivia los punteros. Esta situación, junto con corroborar la dificultad para generalizar acerca del progresismo en la región, levanta preguntas específicas para la izquierda, por cuanto Brasil y Argentina enfrentan desafíos electorales trascendentes en el próximo tiempo.
Al hacer un zoom en Chile, surgen dilemas y corroboraciones. No deja de llamar la atención que nuestro país sea el que tiene la mayor cantidad de ciudadanos que no se clasifica en la escala izquierda-derecha, con un 38%. Algo está pasando con la auto identificación política que debiera ser prontamente analizado, porque se suma a los resultados de la última encuesta CEP donde la ciudadanía ubica en un improbable centro político las candidaturas presidenciales de Marco Enríquez-Ominami, Roxana Miranda y Marcel Claude.
Por otro lado, Chile integra el grupo de países con expectativa económica futura personal, menos positiva. Ello no se condice con el mantra del inminente acceso a US $ 20.000 per cápita repetido una y otra vez por la administración Piñera. La guinda de la torta la colocan la visión de la economía de mercado y la aprobación a las privatizaciones.Chile aparece entre los cuatro países en los que menos de la mitad de la población apoya la economía de mercado (43%) junto con uno de los menores apoyos a las privatizaciones (18%). Estos datos, sin duda, constituyen munición argumental para los que consideramos que se encuentra en curso la erosión de las bondades con que se nos pinta diariamente nuestra modernidad capitalista.
Publicado originalmente en mi blog en “Voces” de La Tercera.