Mayoría parlamentaria y su ambigua eficacia
Luego de su holgado triunfo en las primarias, la candidata Michelle Bachelet ha señalado la necesidad de lograr una mayoría parlamentaria que permita la concreción de su propuesta programática. Por la cantidad de doblajes que supone, tiene ciertos aires épicos, al tiempo que anticipa no pocas tensiones.
Nos referimos, en primer lugar, a la demanda ciudadana de cambios que, más allá de ciertas ambigüedades, se observa en sus principales ejes (nueva Constitución y reformas educacional y tributaria) que se encontrará con el atrincheramiento de la derecha para defender los fundamentos del modelo económico social, como son el FUT y la baja y regresiva recaudación tributaria, el negocio educacional, así como el sistema de AFP e isapres. En segundo lugar, entre las expectativas de cambio y de protagonismo ciudadano y la Constitución en torno a su figura de asesores nostálgicos del sistema elitista de toma de decisiones de la noventera política de los consensos. En tercer lugar, el conflicto entre la restauración de los viejos liderazgos y la irrupción de nuevas generaciones, más vinculadas a las demandas sociales. Por último, la desaceleración económica y la estrechez de las cuentas fiscales heredadas de la actual administración pondrán en jaque los requerimientos de financiamiento para abordar necesidades, tanto en el campo social como en el de la innovación y desarrollo productivo.
Sin embargo, cabe preguntarse si hoy, para dar cuenta de los desafíos de la gestión política, basta con disponer de mayoría parlamentaria. No olvidemos que la Concertación ha señalado que fue por carecer de ella que no concretó cambios de mayor envergadura. Fue precisamente Bachelet la única mandataria que la tuvo durante su primer año, perdiéndola a poco andar. Conocidos son los problemas de gestión política que su gobierno experimentó. Ello plantea dos dilemas. El primero es que una vez obtenida una hipotética mayoría, hay que trabajar seriamente para mantenerla. Los incentivos políticos en nuestro sistema parecen correr en forma inversa a la necesidad de coherencia y disciplina políticas. En segundo lugar, disponer de una mayoría es condición necesaria, más no suficiente, para el desarrollo de una efectiva conducción de gobierno. Países como Turquía, que hoy enfrenta un movimiento de indignados, cuentan con un gobierno en esa condición. Por tanto, para entornos presidenciales cada vez más complejos, resulta relevante la forma en que la presidencia organice las instituciones y unidades administrativas que sirven de apoyo al núcleo estratégico del Estado. A ello se suma que en Chile se observa una tendencia a la creación de organismos autónomos, cuya conformación ha seguido patrones binominalistas y en los que recaen decisiones que han sido sustraídas progresivamente a la deliberación legislativa.
Dadas las dificultades que tuvo la conducción presidencial de la primera administración Bachelet, es crucial observar la estructuración de la conducción y coordinación políticas durante la campaña presidencial en curso. Más allá de algunos elementos positivos, la configuración de su comando podría prefigurar la proyección de una película que ya vimos antes.
Publicado originalmente en mi blog en “Voces” de La Tercera.