Pretensiones evangelizadoras
La posibilidad de que el actual gobierno sea no solamente el primero de derecha que llega a La Moneda por la vía de las urnas, sino también el de despedida, genera expectación adicional acerca del contenido de su última cuenta pública.
Cumpliendo aquello de “genio y figura”, estuvo marcado por su sesgo economicista. No se entiende cómo, siendo Chile un país de poetas, no se recurre a citas que permitan inyectarle un poco de alma, matizando la aridez de tanta cifra. Estas no tienen, en principio, nada de malo si no fuera porque es con este gobierno que la sospecha comienza a rondarlas. A los polémicos cambios en la metodología de medición del empleo, se sumaron luego el cálculo del IPC, la Casen y el último censo,donde el INE puso la guinda de la torta. Se esperaba una alocución marcada por los balances. Según la Fundación Chile 21, el gobierno mantiene todavía 45% de proyectos de ley en trámite, algunos en áreas emblemáticas como educación, seguridad y crecimiento. Sin embargo, no pudo evitar nuevos y diversos anuncios. Con ello, no solamente se confirma que lo suyo no es el manejo de las expectativas, sino que dificulta aún más el reconocimiento de un sello propio. Lo anunciado difícilmente podrá ver la luz ya que la eficacia legislativa decrece en período electoral, máxime cuando se habla de adelantar la discusión presupuestaria. Por otro lado, si bien recoge ideas de mensajes anteriores como la apelación a la unidad nacional y el reconocimiento de posibles errores, logró exhibir el talante más paternalista de todos. A los chilenos, tratados como hijos, se nos recrimina ingratitud por no reconocer todo lo que supuestamente se ha hecho por nosotros.
Si hay que distinguir destinatarios preferentes, son sus acólitos los que tuvo en mente. Para que no se repita aquello de que éste es más un quinto gobierno de la Concertación que uno de derecha, el presidente fue enfático en reafirmar los valores de su sector. Si alguien tiene alguna duda, es cosa de ver la oferta del bono de maternidad. Resulta entendible la evangelización interna. Se hace necesario, en lo inmediato, motivar el compromiso con una campaña electoral que, pese a la energía inyectada con el ingreso de Longueira, se percibe aproblemada por la asignación de cupos parlamentarios y las dudas acerca de la cantidad de votantes que las primarias podrán movilizar.
El sentido de dirección del discurso parece reposar más en un espejo retrovisor, rescatando las posibles bondades de un carácter nacional forjado en la adversidad, que en encarar lo que se nos viene. El crecimiento de 5,8% se ve de difícil sostenimiento de no enfrentar el debate sobre la estrategia de desarrollo.
Aunque el presidente lo silenció, estamos advirtiendo señales de desaceleración económica y del fin del superciclo basado en los commodities. Este gobierno, a pesar de las inversiones que promete, deja más deudas que las reconocidas en ámbitos como el energético, hídrico e infraestructura. En materia de productividad, por ejemplo, donde se supone que tiene competencias, hay dudas sobre el impacto del Plan Impulso Competitivo, lo que nos tiene con el indicador más bajo de la Ocde.
Publicado originalmente en mi blog en “Voces” de La Tercera.