Directora de Chile 21 Ángeles Fernández “En política las mujeres no tenemos nada ganado”
Esta española-venezolana defiende con energía sus ideas. Sus comentarios en Twitter se han hecho célebres, como sus columnas, donde analiza la contigencia y critica el poco acceso de la mujer en la política. Aquí habla de cómo llegó a Chile, la participación femenina, el futuro de Michelle Bachelet, de Sebastián Piñera y la falta de liderazgos en la Concertación. “Creo que sería muy hidalgo y sano de su parte que dijera “cumplimos un tiempo histórico, una etapa, pero ya no”.
POR MARÍA CRISTINA JURADO.
Una adolescente de 18 años, detenida desaparecida en Chile en junio de 1974, contribuyó a que la cientista política y directora de Fundación Chile 21, María de los Ángeles Fernández, encontrara el sentido de su vida.
-Marcela Soledad Sepúlveda Troncoso. Ese nombre, de una universitaria chilena que nunca fue encontrada, forma parte de mi historia y cambió el rumbo de mi existencia. Yo tenía 21 años, estudiaba Ciencias Políticas en Caracas y sentía que me faltaba una causa, una militancia. No quería caer en la carnetocracia, entrar a un partido político para encontrar pega, como hacían mis compañeros. Me parecía inmoral. Escuché a un profesor hablar de Amnistía Internacional y me cautivé con su causa. Así llegué a Marcela Soledad. A ella la adopté -así se dice cuando uno se encarga de un caso de derechos humanos- y su desaparecimiento se convirtió en la razón de mi vida por muchos años. Me conectó emocionalmente con Chile, un país lejano.
El caso la trajo a Chile en 1985. Dos decenios después, sin olvidar jamás que es una ciudadana trinacional -nació en Venezuela de inmigrantes gallegos y vive aquí desde hace 27 años- dice que ésta es su patria de corazón. Pero, a los 51, cuando se le considera una de las analistas políticas más sólidas de la contingencia, María de los Ángeles Fernández, politóloga respetada a nivel nacional e internacional, confiesa con lucidez y algo de tristeza que, en verdad, no se siente de ninguna parte.
-Yo creo en el destino y soy desapegada porque a los seis años mis padres inmigrantes me dejaron en Galicia con una tía y sólo volví a verlos cuando cumplí doce. Una marca emocional como esa te define. La única excepción son mis hijos, con ellos nunca pondría distancia voluntariamente. Por eso, cuando me separé en 2006, después de 22 años de vivir en pareja, evalué irme de Chile porque me sentía muy desangelada. Pero me quedé.
Se sienta, dúctil y concentrada, en el sofá de su oficina luminosa en Chile 21, el think tank que dirige, regido por ideas progresistas, que alguna vez fue el comando de Ricardo Lagos. Por la ventana, en el jardín y debatiendo, Francisco Vidal en mangas de camisa.
Se respira política. Y a ella le gusta.
Esta española-venezolana, nacionalizada chilena en 1994, que acaba de publicar el libro “La trastienda del Gobierno”, defiende con energía y verbo sus ideas. Su defensa de género se ha hecho célebre en Twitter, al igual que sus columnas: lo público, la preocupación por la contingencia la apasiona y define su quehacer. Detalla su infancia:
-Dicen que uno es de donde aprende a pensar y yo aprendí en Galicia. Mis padres inmigrantes llegaron a Venezuela en los 60, en Caracas nacimos mi hermano Juan Carlos y yo. Mi familia es meritócrata, mis papás tuvieron taxis, una cafetería y, de no haber cruzado el charco, nosotros no habríamos ido jamás a la universidad. Yo soy lo que soy por ese cruce. Emigrar por oleadas era natural para los gallegos y todos los españoles: a Cuba, Argentina, Uruguay, Venezuela. Hoy hay diez millones de gallegos o hijos de gallegos en el mundo. De esto he hablado con el ministro Longueira. Por eso toda mi vida fui solidaria con la inmigración, los peruanos de aquí me emocionan. Y, por mi historia, las demandas de educación pública me convocan.
Cuando tenía seis años, sus padres decidieron volver a su Galicia natal por una enfermedad de su hermano menor. Iban a quedarse, pero, al año, volvieron a cruzar hacia Venezuela. Ella pidió quedarse con la hermana gemela de su madre. Lo que se pensó era por unos meses, resultó en una separación de seis años.
-Fue sin drama. A mis padres que yo me quedara sola les pareció normal, después de todo, esa era la vida que conocíamos. Aprendí a estar preparada para perder a alguien en cualquier momento. Vivimos en España hasta mis 17 o 18 años y otra vez vuelta a Caracas, por la universidad.
Dudó entre Periodismo -había aprendido a leer leyendo diarios y soñaba con ser corresponsal de guerra- y Ciencias Políticas. En la Universidad Central de Venezuela, los años 80 bullían. En esa época fue conociendo a profesores chilenos y se metió fuertemente en el mundo del exilio en Caracas: Claudio Huepe, Sergio Bitar, Enrique Silva Cimma. “Iba a cuanto evento o reunión se hacía. Hasta junté plata para los relegados”. Fue en una reunión que conoció al padre de sus hijos, Isadora e Íñigo. Con él, ex periodista de la Presidencia durante el gobierno de Allende y 25 años mayor, vivió hasta 2006.
-Me han dicho que me vine a Chile a los 24 años por amor, ¡algo tan chileno! Pero no: viajé con una beca que José Zalaquett, quien era deputy secretary de Amnistía Internacional, me consiguió. Ya sabía que la política, la cosa pública, era mi destino. Quise involucrarme en lo público porque no soy una persona decorativa. Alego porque este país me importa. He tenido grandes discusiones por Twitter, una red que me hizo descubrir que en Chile hay una impronta de xenofobia.
Antes de venirse, hizo más por el caso de Marcela Sepúlveda. Le escribió a Mónica Madariaga, ministra de Educación, y recibió como respuesta que en Chile había habido una guerra civil. Mandó fotos a Apsi, Cauce, Análisis, Fortín Mapocho. Y, en cuanto llegó a Santiago, tomó contacto con la Vicaría de la Solidaridad. Pero nunca esclareció la historia. En 1985, el contraste entre la luminosidad de Caracas y el invierno chileno fue enorme para María de los Ángeles. Venía de la Venezuela saudita, la del petróleo y los autos de lujo. Este país le pareció triste. Un villorrio.
Su cruzada por lo femenino
Viviendo en Santiago se embarazó y, en 1987, nació Isadora. Después, Íñigo. Sus hijos fueron una epifanía para esta cientista política:
-A los 17, en Galicia, me habían dicho que yo era estéril, tenía ovario poliquístico. Crecí con la idea de adoptar. Por eso no lo podía creer cuando me embaracé. Si tener hijos a muchas mujeres las deslumbra, imagínate lo que me pasó a mí, que llevaba años como estéril.
-¿Nunca consultó una segunda opinión?
-Nos quedamos con ese diagnóstico. España salía del oscurantismo de Franco, se vivía en secretismo y disimulo: mis padres no eran sofisticados, no teníamos recursos. Yo no hablo gallego porque en mi infancia no se hablaba gallego, se consideraba un idioma de la aldea.
Si Isadora la sorprendió, Íñigo fue muy planificado. Trabajando en El Canelo de Nos, una ONG de San Bernardo nacida en los 80, llevaba diariamente a sus guaguas y hasta armó una sala cuna.
-Yo gocé a mis niños, pero sé que la identidad femenina y el desarrollo de una mujer no pasan por la maternidad. Al feminismo, que es mi cruzada por el género, llegué tarde, a los 39, a pesar de haber leído a Simone de Beauvoir desde los 20. Soy como San Pablo, una conversa tardía, y como él, me convertí en fanática de mi causa.
Suelta las cosas con frescura, salta de un tema a otro e incrusta filosofía, miradas políticas, opiniones, críticas y evocaciones. Es una mujer entrenada para explicar, debatir, defender. Y contraatacar.
-Yo nunca me sentí discriminada, mi papá no fue machista conmigo. Pero Lagos nombró a cinco ministras y empecé a ponerle ojo a la política y el mundo femenino. Me pregunté por qué hay tan pocas mujeres en cargos de representación política. En los dos años que presidí la Asociación Chilena de Ciencias Políticas observé el ninguneo y la falta de oportunidades que sufrimos.
En el nuevo milenio, María de los Ángeles Fernández decidió volver a Galicia a hacer un doctorado.
-Quise meterme en el jardín secreto de la política, averiguar cómo era el proceso de selección de candidatos en Chile. Quería saber qué pasaba con nosotras las mujeres. Me centré en los gatekeepers, los hombres que armaron las listas en la elección presidencial de 2005, cuando ganó Bachelet.
Un arduo trabajo que hizo sola y que la llevó a circunscribirse a los partidos de la Concertación. “Descubrí que, si los gatekeepers discriminaban afectando la demanda de candidatas, las mismas mujeres afectaban la oferta, porque se inhibían al hacer su cálculo de costos-oportunidades. Eso pasa hasta hoy. Una posible candidata al Senado como la ministra del Sernam, Carolina Schmidt, que a mis ojos es una figura promisoria en política, podría quedarse abajo al medir sus costos”.
El tema de los costos personales para entrar en la arena del poder está detrás de todas las decisiones femeninas en el mundo, afirma esta investigadora.
-Por lo que he visto en Chile, hay un problema de demanda de candidatas en los partidos de centroizquierda. Y un problema de oferta en los de derecha: sus posibles candidatas se autoinhiben. A pesar de eso, hay 356 representantes mujeres en la UDI, un partido que ha hecho muy bien su trabajo de resaltar líderes femeninas, porque, con Bachelet, se dieron cuenta de que las mujeres son más capaces electoralmente que los hombres. Con la elección de Michelle se rompió el mito de que el electorado no vota por mujeres. Creo que la derecha, especialmente la UDI, las recluta y promueve.
-¿Y la izquierda no?
-A pesar de que tuvo una Presidenta, la izquierda chilena sigue siendo muy conservadora en el tema de la igualdad. Todos los partidos de izquierda debieran estar a favor de las cuotas femeninas y ni siquiera es tema de conversación. Me parece una posición contra natura: si la idea de un partido es ganar votos en las elecciones y está probado que las mujeres obtienen mayor votación, ¿qué esperan? Esto tiene que ver con los déficits de liderazgo severo que vivimos hoy. Ya lo vimos en las últimas municipales de 2008, cuando la Concertación prefirió llevar a candidatos como Álvaro García en Cerro Navia, una combinación que no podía ganar, antes que potenciar mujeres.
-¿Usted cree que llegó el momento de que la Concertación diga borrón y cuenta nueva?
-Creo que sería muy hidalgo y sano de su parte. Que dijera “cumplimos un tiempo histórico, una etapa, pero ya no”. Aquí hay todo un debate, la Concertación es la coalición más longeva de la historia contemporánea reciente de América Latina bajo régimen presidencial.
-¿Le iría mejor a las mujeres en otro esquema político?
-Fue pésima señal que, para las primarias, la Concertación llevara apenas 16 por ciento de candidatas. Las primarias no son un fin, son un medio, y posibilitan cosas muy nefastas en política. No le sirven a las mujeres, sólo agrandan su déficit de redes y recursos financieros. Por eso yo digo que en Chile no sólo estamos estancadas en representación política, sino que además vamos en retroceso. Hay tres puntos menos de candidatas a estas municipales, en relación con 2008. En política, las mujeres no tenemos nada ganado, a pesar de Bachelet.
“Yo que Bachelet, pongo condiciones”
Está en Chile 21 desde el 2000. Aquí se reúne, investiga. Llegó después de su paso por el Partido Socialista. “Milité en el PS, pero allá una mujer tiene que entrar con coraza, es algo terrible, una de las cosas más duras que he conocido. Hasta esa estética de la calle Concha y Toro… ¡deprimente!”.
Chile 21 le pareció una fundación amable, con gente con genuino interés por deliberar. También sintió que era un contraste con los partidos políticos “que han ido cerrando sus espacios”.
-Los centros de pensamiento de la centroizquierda están muy balcanizados, igual como está hoy la oposición. Hay que usar GPS para ubicar a algunos, pero es fácil saber cuáles trabajan con masa crítica, como Chile 21. El mundo de la centroderecha es más organizado, siempre le digo a Luis Larraín que me encanta que en Libertad y Desarrollo haya tantas mujeres. Nos entendemos bien.
Michelle Bachelet es parte de su análisis político. Asegura que la carismática candidata, que podría competir en las próximas elecciones, es diferente a la que ganó la presidencia en 2005.
-Es una mujer muy distinta, ha desarrollado un capital político que no tenía. Fue una candidata que se encumbró en las encuestas, pero que no venía del establishment de la Concertación. Llegó a la presidencia con poderes constitucionales, pero sin poderes partidarios. Por eso le fue tan difícil gobernar. Ella se ve muy desafiada hoy porque sus partidarios, en vez de ayudarla, la están desayudando. Todos los bandos quieren tener la hegemonía, pero no se dan cuenta de que, en vez de excluir, deben incluir y sumar. Es la única forma de que nazca una nueva mayoría política y social.
Fernández mira a Bachelet como un objeto de estudio.
-Yo la admiro, pero la estudio. Una mujer que llega a presidenta es excepcional. Ella es muy flexible, adaptativa. Aprendió a golpes porque ese es el cargo más masculino que existe. Al principio, la ningunearon por su simpatía, pero instaló en la política chilena una clave que no existía: el cariño. Desde ella, todos los presidentes han sido medidos con esa clave y el que no da el ancho, sale reprobado. Para volver, creo que tendría que poner condiciones. Yo que ella, las pongo.
-Si usted fuera Bachelet, ¿qué condiciones pondría?
-¡Uf, que difícil! Casi las mismas que puso Lagos cuando dijo: “A mí me ordenan esto”. Tiene que haber un pacto de gobernabilidad que sume y no divida. Igual se sentirá muy desafiada a la hora de formar su elenco. Yo resumiría como Maquiavelo: “Tienes que elegir a los más leales, pero también a los más capaces”. Creo que ella eligió sólo a los más leales. Ahora tendrá que encontrar, además, a los más capaces. Es su desafío, además de hacer un correcto diagnóstico sobre lo que está pasando en la sociedad chilena. El gran desafío de todos los líderes de hoy es el diagnóstico.
-Bachelet gobernó con inteligencia emocional.
-Y es un plus, la inteligencia emocional es una de las exigencias que se les hace a los gobernantes de hoy, tienen que aprender a sintonizar con la gente. Creo que ella tuvo una capacidad muy fina para leer lo que la gente quería. Siempre dijo que no había que repetirse el plato y su discurso sobre la paridad fue creíble porque, en ella, la conciencia de género ha sido una constante. Pero después vinieron los pingüinos, el Transantiago y, en cuatro años, la dinámica política se la comió.
María de los Ángeles Fernández está convencida de que gobernar será difícil en el próximo período, gane quien gane. “Es que Chile está en una fase distinta, ya no es la taza de leche ni el lecho de rosas. Aquí vamos a tener movimientos sociales, hay una cosa espasmódica, lo social está tan fragmentado como la oposición”.
-¿Podría haber otro gobierno de derecha?
-Una de las cosas interesantes del gobierno de Piñera es que el poco apoyo que tiene en la ciudadanía permitió que florecieran otras personas. Ahí tenemos a Golborne, un caso muy interesante de meritocracia, su padre era ferretero. Y a Allamand, a Longueira y hasta a Matthei, si se lo propusiera. Hay una gran diferencia con el sector de Michelle Bachelet, donde ella sigue prácticamente sola como figura relevante.
-Usted ha estudiado otros liderazgos femeninos. ¿Le recuerdan a Bachelet?
-Lo que he leído de los procesos de gobierno de líderes como Margaret Thatcher, Indira Gandhi, Corazón Aquino en Filipinas, Golda Meir, Violeta Chamorro, es que tuvieron formas de gobernar muy personalistas. Como Michelle. Creo que si volviera a Chile, en su campaña saldrían a flote muchos cuestionamientos. De la derecha, de la centroizquierda y del mundo social.
-¿Y Piñera?
-Ha cambiado. La gente lo ve como a un winner, alguien que cree sabérselas todas, es controlador. En mi reciente libro, que hice con el director del programa de Economía de Chile 21, Eugenio Rivera, estudiamos las presidencias desde que volvió la democracia. Ahí ves tú el particular estilo de Piñera. Para él, su mejor legado sería dejar a otro de su color político en La Moneda. Si logra eso, además de no haber hecho un gobierno de derecha convencional y resolver muy bien la tensión entre RN y la UDI, será su triunfo.
María de los Ángeles Fernández cree que Chile vive un punto de inflexión en su desarrollo. Y que es el momento para que el país y la ciudadanía se den una nueva constitución. “La clase política debiera tomar este toro por las astas porque el marco constitucional cumplió una etapa. Los arreglos no están dando el ancho y hay una demanda muy fuerte por la expresión. El desafío de la clase política es canalizarla. Decir lo contrario no sólo es la estrategia del caracol, sino un autismo tremendo”.
-Tal vez le toque a Bachelet.
-Ella tiene un capital político enorme que, si sabe utilizarlo, reforzará su imagen potente. Su paso por ONU Mujeres le ha enseñado. Y estoy convencida de que el gobierno de Michelle Bachelet no fue como se ve desde afuera. Creo que, si alguna vez se hace una investigación de verdad, se romperá la imagen edulcorada que el país ha construido de ella.
Sobre Michelle Bachelet: “Ella se ve muy desafiada hoy porque sus partidarios, en vez de ayudarla, la están desayudando”.
Su consejo a Bachelet: “Yo resumiría como Maquiavelo: “Tienes que elegir a los más leales, pero también a los más capaces”.
María de los Ángeles Fernández está convencida de que gobernar será difícil en el próximo período, gane quien gane.
Fuente: Revista YA 09/10/2012