El género en campaña: ¿Transición cultural?
Publicado en Diario Siete – 07/12/2005
Sebastián Pilera ha hecho ruido noticioso en el último tiempo, no sólo por los evidentes conflictos de interés suscitados por la fortuna personal que ha amasado y a la eventualidad de llegar a La Moneda, sino por dos audaces estrategias de campaña: su intento por profitar del ideario del humanismo cristiano y su agitación de la bandera del género en contra de la candidata oficialista, Michelle Bachelet, cuestionando sus capacidades e idoneidad para gobernar el país.
Este hito es uno más, ene l marco de una campaña electoral matizada por la dinámica del género, tanto en los discursos como en el comportamiento de los actores. Durante el período previo a las primarias, Soledad Alvear aludió, casi como una queja inaudible que, en política, las cosas les cuestan más a las mujeres.
Michelle Bachelet no ha trepidado en afirmar que la sociedad chilena castiga a la mujer, a la que se le sindica como única responsable de su casa y familia, ha acusado la perspectiva masculina de interpretación de la realidad ante los evidentes sesgos que develan las preguntas de los/ las periodistas y ha reconocido abiertamente que ella, en los temas de mujer, no es neutral.
Esta apuesta pudiera haber sido riesgosa y, de ahí, los resultados de la primera vuelta: los analistas señalan que ello la habría llevado a descuidar una franja significativa del electorado masculino. La escasa evidencia disponible en campañas políticas realizadas por mujeres arroja que éstas tienen más posibilidades de tener éxito su actúan como políticas y no como mujeres políticas, considerando las demandas y valores de todos los ciudadanos.
Lo más notorio, desde el punto de vista de la pedagogía de género, fue el ataque de Lily Pérez de su contrincante senatorial, Pablo Longueira. Este, pasando por alto que podría indisponerse con el electorado femenino, afirmó que Pérez hacía una campaña basada en los atributos femeninos. Ella respondió: “Longueira desprecia a las mujeres”. Esta determinante reacción resulta llamativa en una diputada que ha constituido una fiel exponente de lo que se ha dado en denominar la “abeja reina”, mujeres que se caracterizan por su ciega creencia en el individualismo meritocrático (“llegué hasta acá por mis propios méritos”), haciendo caso omiso a cualquier tipo de solidaridad de género.
Pero las expresiones de Piñera constituyen la gota que colmó el vaso. No sólo evidencia su visión androcéntrica de la institución presidencia sino tambien su feble compromiso con el valor de la igualdad (¿Cómo creerle cuando propone la integración de más mujeres al aparato público?). No está excenta de riesgo su apuesta : podría incidir en ese 20% de mujeres que dicen que votarían por él. Por último, Piñera podría haber sintonizado con esa suerte de macho en hibernación que muchos llevan adentro y que cuestionaría la tesis del progresivo cambio cultural que estaríamos experimentando. Nada de modernidad y mucho de tradición es aplicar sanciones a los padres que no cumplen con el pago de la pensión alimenticia, coloca el acento en la condena de la violencia intrafamiliar, postula un reajuest extraordinario para as pensiones más bajas d elas mujeres y la superación de la brecha salarial entre ambos sexos, anunca cobertura preescolar completa e impulsa beneficios paa los padres que compartan el cuidado de los hijo, entre otros.
En el marco de un nuevo paradigma de igualdad de g´nero, Bachelet considera que los hombres también forman parte del cuadro y deben ser incorporados activamente a la tarea de lograr una igualdad de oportunidades para todos.