Lo que las mujeres quieren
La Tercera – 15/09/2005
“El intento de Lavín por sintonizar con las mujeres puede resultar si entiende que apelar a la familia tradicional o sacarse fotos con embarazadas ya no basta para atraer el voto femenino.”
Por estos días, un candidato presidencial debe estar añorando que le suceda lo que a Mel Gibson en esa hilarante película a la que esta columna le roba el titulo. La historia parte de un delirio: el imposible hecho de que un hombre empiece a escuchar en su mente los pensamientos de las mujeres, en una especie de telepatía de sentido único provocada por algo así como un shock eléctrico. Ello a propósito de que hemos sido notificados por la prensa de que el candidato en cuestión tiene como tarea “entrar en sintonía” con la media de las chilenas, las que serian menos liberales que Bachelet, según dicen sus cercanos.
Si bien es cierto que Joaquín Lavín derroto a Ricardo Lagos entre las mujeres, no esta tan claro que la mujer chilena tenga un comportamiento electoral conservador permanente.
Ya un estudio de Patricio Navia relativo a las elecciones parlamentarias entre 1965 y 1973 demostró que el conservadurismo femenino era un tanto aparente. Lo que se produjo es que las mujeres de las áreas urbanas pobres, reductos tradicionales de la izquierda, votaron en menor proporción que el resto de la población y ello alimento esa impresión.
En segundo lugar se instala la posibilidad cierta de una Presidente mujer, lo que introduce una variable de la que no hay precedentes en el país. Estudios realizados nos arrojan datos concluyentes acerca de su posible impacto: los efectuados en Estado Unidos, orientados por una perspectiva practica, ya que su objetivo inmediato suele ser estudiar la manera de hacerse con el electorado femenino, han encontrado evidencias de que las mujeres tienden a apoyar a las candidatas, mientras que a los hombres apenas les influye el sexo del candidato. Sin embargo, investigaciones de la realidad británica indican que el sexo no tiene influencia en el voto. En aquellos temas o cuestiones más destacados a la hora de votar, hombres y mujeres tienden a compartir valores políticos. En los temas de mayor relevancia política, presentan divisiones de partido y clase, pero no de género.
En tercer lugar, pareciera que el caso chileno está mostrando el fenómeno que se denomina “distancia generacional de género”, ya que las mujeres no actúan como bloque homogéneo a la hora de votar, sino que las jóvenes tienden a ser más progresistas que sus pares varones. Las encuestas más serias muestran el apoyo sistemático de este grupo etáreo a la candidata oficialista.
A pesar de lo anterior, no es del todo inconducente hacer el intento por atrapar el voto femenino. Un modesto giro en su opción electoral puede producir importantes cambios en el resultado final. Hay más mujeres que hombres inscritos en el registro electoral y presentan cotas más altas de participación electoral (anulan y votan en blanco con menos frecuencia). En el año 2000 había una brecha de inscripción de 4,2% a favor de las mujeres, la que incluso se ha aumentado en el último proceso de inscripción electoral, con datos a fines de agosto.
Sin embargo, habría que tener en cuenta que los recursos tradicionales no encontrarían un terreno fértil: hoy día no resulta del todo recomendable apelar a la protección de la familia para lograr una mayor involucramiento político de las mujeres (como lo demostró el lema, a estas alturas ya naufrago, “Chile, una familia”, de la campaña pre primarias de Soledad Alvear). Si, aun así, se quiere correr el riesgo, debe tenerse a la vista lo complejo de la tarea, habida cuenta de las transformaciones que ha experimentado la familia chilena contemporánea.
La encuesta nacional realizada por ICSO-UDP, y de reciente difusión, muestra la ruptura de ciertos mitos, la realidad de “nuevas formas de familia”, así como que la mujer tiene un comportamiento más liberal que el hombre en varios temas y una demanda por igualdad de roles en el hogar. Tomarse fotos con mujeres embarazadas o con familias en sentido convencional pudiera resultar, a estas alturas, contraproducente.