Sobre el debate y el género
La Tercera, 13/05/2005
“Alvear y Bachelet deben poseer una fortaleza personal y psíquica enorme, a diferencia de las medianías masculinas del Congreso y los partidos, toleradas, bien vistas y que pasan inadvertidas.”
Un reconocido experto electoral colombiano, ex asesor de candidatas, de paso por Chile, señalo que el enfrentamiento entre Alvear y Bachelet brinda la oportunidad para hacer una campaña de ideas ya que, al ser dos mujeres, desaparece el tema de género. Disentimos de esta apreciación. Desde el momento que una mujer alcanza un liderazgo visible, con posibilidades ciertas de alcanzar el poder, su biografia personal y política atraen la atención hacia la interrelación de percepciones, expectativas interpretación de experiencias vitales y mitos que configuran la definición social de la realidad y las funciones “propias” de cada género.
Una oportunidad para comprobarlo es el escenario post primer debate de la Concertación. Concedamos que el formato era rígido, contribuyendo a modelar una imagen parcial y selectiva. Asimismo, reconozcamos que las postulantes no sólo fueron incisivas, sino que pecaron en algunos casos de una condescendencia reverencial con los periodistas. Pero no podemos dejar de afirmar que las evaluaciones del debate que todavía estamos escuchando son un meridiano ejemplo, no ya de formulaciones apresuradas, sin de “sobreselección”, fenómeno relacionado con la forma con que las definiciones sociales afectan al género.
En primer lugar parece que se olvida fácilmente que Alvear y Bachelet son mujeres notables, con logros y conocimientos técnicos en distintas áreas que las respaldan. Para mas abundancia han logrado sobrepasar las barreras que obstaculizan el avance de las mujeres con ambiciones políticas, desarrollando estrategias para neutralizar estos obstáculos. Y no debiera caber duda de que deben poseer una fortaleza personal y psíquica enorme, a diferencia de las medianías masculinas de las que están sembrados el Congreso y los partidos, toleradas, bien vistas y que, en todo caso, pasan inadvertidas (¿alguien ha comparado con los debates anteriores que hemos presenciado durante el periodo democrático?). En segundo lugar, se ven sometidas a exigencias de unos rendimientos excepcionales y diferenciales, dado que están en el punto de mira de la observación social, como pioneras que son.
Desde nuestra perspectiva, los ejes señalados por ambas, “dialogo social” y “desarrollo con valores”, suponen consignas esperanzadoras que el formato televisivo no contribuye a llenar de densidad. La primera, porque coloca el acento en la sequia de deliberación social que vive el país, desplazando la concepción de dominación jerárquica por una en la que las decisiones resulten de una conciliación de interese diversos, que no excluye necesariamente la capacidad de tomar decisiones cuando corresponda. El reciente informe del PNUD sobre el poder en Chile indica que los chilenos aspiran a un liderazgo con capacidad de escuchar y unir a las personas, para lo cual el atributo más relevante seria el ejercicio de una práctica comunicativa.
La segunda, porque nos invita a pensar en una gestión política más digna, mas allá del eficientismo ramplón, amparado en una difusión mediática y con dispendio irresponsable de recursos, que no soluciona de manera sustentable en el tiempo las necesidades de las personas.
El parámetro “andropresidencial” que fija las expectativas y actúa como el reflector con el que los analistas han evaluado el primer debate, no debería ser una sorpresa. Expresiones que hemos leído en estos días tales como falta de tonelaje político, ideas evasivas y ambiguas, falta de seguridad y asertividad e incapacidad de resolución desprenden un aroma familiar a visiones autoritarias, maniqueas e instrumentales del mundo, incapaces de identificar en este evento las dosis de habilidad política que se reflejan en las encuestas.
Se requieren más y adecuados espacios para que ambas puedan desarrollar, tal como plantea Patricio Navia en La Tercera, mensajes claros y simples que reflejen sus propuestas y sueños de país. Ojalá no falte voluntad y disposición en las elites políticas e intelectuales para escucharlos.