Mujeres y política: ¿qué significa?
La Tercera 20/01/2005
“En relación con la mujer en política los partidos chilenos de izquierda no han sido tan activos como los europeos, y en los de derecha su incorporación huele a operación mediática”
El resultado de la Junta Nacional de la Democracia Cristiana y el procedimiento para dirimir la candidata presidencial de la Concertación colocan en un escenario de competencia inusual en la historia política occidental reciente a dos mujeres, Michelle Bachelet y Soledad Alvear.
Por otra parte, se ha informado que, como parte de su estrategia para alcanzar la Presidencia, Joaquín Lavín estudia la posibilidad de crear una vocería femenina para s campaña, compuesta por la diputada Lily Pérez y por la alcaldesa de Concepción, Jacqueline van Rysselberghe, también mencionada como su posible generalísima.
Este papel destacado de las mujeres en los dos grandes conglomerados políticos levanta distintas interrogantes. La primera está relacionada con la cultura política y, particularmente, las transformaciones de la actitud publican hacia el liderazgo femenino, no solo para el caso de Chile, sino a nivel Latinoamericano. A fines de los años 90, una encuesta desarrollada por Gallup a pedido del Dialogo Interamericano, anunciaba ya estos cambios en la región. Las mujeres son percibidas como más honestas, más preocupadas por los pobres y más democráticas. La gran mayoría declaro que el sexo de un candidato no era determinante en su decisión de voto en las elecciones nacionales.
Es por ello que resulta extraño que algunos líderes de opinión, personas bien informadas de las últimas tendencias y proyecciones, se refieran a Bachelet como un “huracán político”, dudando que el apoyo que recibe sea “duro” y especulando sobre su sustento racional. Sin embargo, seamos indulgentes: estamos presenciando algo inusual en nuestro país. Será posible juzgar ponderadamente la actuación de una mujer en el gobierno cuando su presencia deje de ser destacable por su género.
La segunda interrogante se relaciona con el grado y la forma en que los partidos se han adaptado al género. Estos constituyen la vía de entrada por antonomasia a la política y distintos estudios evidencian su actitud “poco amigable” hacia las mujeres. Esto puede observarse, a nivel organizativo, a través de los procesos que se dan en las estructuras internas y las medidas establecidas para el fomento de las mujeres en la vida política, así como mediante el análisis de los programas y los proyectos políticos. No es menor el peso del factor ideológico en esta adaptación: en determinados casos, partidos vinculados a la derecha pueden llegar a ser mas feministas que los partidos ubicados a la izquierda. La Alianza Popular española es una caso emblemático de ello.
Los partidos chilenos de izquierda han sido bastante pusilánimes en la materia en comparación con sus pares europeos, los cuales han llevado la batuta y provocado un efectivo imitativo en el resto del espectro partidista. Incluso el mecanismo de cuotas adoptado acá no resultaría eficiente, de acuerdo con pronunciamientos recientes de Pamela Pereira, dirigente socialista. Por otra parte, cuando observamos la representación parlamentaria femenina, los dos grandes bloques están equiparados. En la práctica no habría mayores diferencias, es por eso que la decisión del Presidente Lagos nombrando a un alto porcentaje de mujeres en su gabinete –a dos de ellas en carteras con carácter estratégico-, no solo ha sido audaz, sino que parece haber surtido un efecto simbólico y catalizador.
En el caso de la Alianza, y dados los precedentes de hostilidad –cuando no de abierto rechazo- a todos los temas que tienden a promover la igualdad de las mujeres, su visible incorporación huele mas a operación mediática, utilizando las reconocidas dotes comunicacionales que tienen las mujeres, sin una traducción automática en la realización de actividades destinadas específicamente a estas, ni la promoción de su igualdad con respecto a los hombres. La merma del apoyo femenino a Lavín en la reciente encuesta del CEP bien pudiera explicarse por causas de este tipo, más que por un escenario político todavía en movimiento.